Guetos (2)

En 1462, cuando se creó el gueto o Judengasse de Fráncfort y se obligó a instalarse dentro de sus murallas a toda la población judÃa de la ciudad, ésta consistÃa en quince familias, esto es, poco más de un centenar de individuos; siglo y medio después, la población del gueto habÃa aumentado hasta cerca de las 3.000 personas. Las autoridades de Fráncfort permitieron este crecimiento de la población y la instalación en el gueto local de familias judÃas procedentes de otras localidades y paÃses que habÃan sido expulsadas de sus lugares de origen junto con el resto de sus habitantes de dicha religión, aunque sólo si se trataba de familias ricas, de modo que su establecimiento en el gueto francfortés facilitó el auge gradual de la ciudad como centro financiero. Esas mismas autoridades, sin embargo, apenas autorizaron la expansión de la superficie del gueto originario, con lo cual hubo que hacer sitio en él para el considerable incremento de la población dividiendo las casas longitudinalmente y añadiéndoles nuevos pisos que sobresalÃan por encima de la calle, inclinándose hacia adelante hasta casi tocar los edificios de enfrente. El resultado fue uno de los espacios más densamente poblados de Europa, con dos filas de casas altas y generalmente estrechas (las habÃa, incluso, que no superaban el metro y medio de ancho) y, en medio de éstas, un callejón adonde apenas llegaba la luz solar: un suburbio/cárcel insalubre, sórdido y opresivo.
La mezquindad e hipocresÃa de las autoridades cristianas, que se beneficiaban económicamente de la comunidad judÃa al mismo tiempo que la forzaban a vivir en condiciones tan infames, quedan subrayadas por el hecho de que durante casi toda la existencia del gueto de Fráncfort una de las atracciones turÃsticas de la ciudad fuera la Frankfurter Judensau o ‘cerda judÃa de Fráncfort’, una pintura mural situada desde 1475 en la principal entrada del recinto urbano –la puerta que daba al puente sobre el rÃo Meno–, y que constituÃa un ejemplo particularmente célebre y virulento de un género de propaganda judeófoba ampliamente extendido por tierras alemanas y centroeuropeas. En la Judensau de Fráncfort no sólo se asociaba a los judÃos con la obscenidad y porquerÃa más ofensivas y repugnantes y se los equiparaba con animales y hasta con el mismo demonio, sino que se los presentaba además como una amenaza para los hijos de los cristianos, mediante el añadido de la imagen de un niño de esta religión de cuyo asesinato ritual se acusaba a los judÃos. Este y otros procedimientos de inmundización de la minorÃa judÃa avivaban en la población cristiana de Fráncfort la hostilidad contra dicha comunidad, que se convertÃa asà en el perfecto chivo expiatorio de cualquier tensión social.
En 1614 una de estas tensiones (en este caso, entre las familias patricias que controlaban la ciudad y los gremios) condujo a las masas de Fráncfort, en el marco de una rebelión popular liderada por el tendero Vincenz Fettmilch, a asaltar y saquear el gueto judÃo y expulsar a todos sus habitantes de la ciudad. Fettmilch habÃa abolido también el concejo que gobernaba Fráncfort, lo que llevó al emperador germánico a enfrentarse a él, ordenar su arresto y, finalmente, hacerlo ajusticiar junto con seis de sus seguidores en 1616. El mismo dÃa en que tuvieron lugar dichas ejecuciones, las tropas imperiales escoltaron a los judÃos en su camino de regreso al gueto, sobre cuyas puertas el emperador mandó entonces colocar su emblema, el águila imperial, en piedra, junto con la inscripción “Bajo la protección de Su Majestad Imperial y del Sacro Imperio Romano”. No olvidemos que esa misma autoridad imperial que asà proclamaba su “protección” hacia los judÃos era la que, habiendo ordenado originariamente su reclusión forzosa en el gueto, mantenÃa en pie dicha orden, ni olvidemos tampoco que el águila y la inscripción mencionadas coexistieron con la famosa Judensau, a escasa distancia de ésta, durante casi dos siglos; teniendo en cuenta ambos hechos podremos hacernos una vÃvida idea de hasta qué punto la duplicidad y la hipocresÃa presidieron las relaciones de los poderes cristianos con la comunidad judÃa de Fráncfort.
Cuando en 1769 los judÃos se atrevieron, seguramente bajo la influencia de las nuevas ideas ilustradas que circulaban por Europa, a solicitar a las autoridades locales de Fráncfort permiso para poder salir del gueto los domingos por la tarde (recordemos que estaba mandado que las puertas de la Judengasse se cerraran, con todos sus habitantes dentro, durante las festividades cristianas, domingos incluidos), la ciudad no sólo denegó dicho permiso, sino que en su respuesta consideró la petición como “un ejemplo de la arrogancia sin lÃmites de esta gente, que no ahorra esfuerzo alguno para intentar valerse de cualquier oportunidad que les permita situarse como iguales a los ciudadanos cristianos”. Vemos, pues, que el poder francfortés identificaba sin lugar a dudas la segregación de la minorÃa judÃa con su inferiorización respecto a “los ciudadanos cristianos”. Ello difÃcilmente puede sorprendernos, dado que segregar e inferiorizar a una minorÃa son cosas que van unidas: al tomar medidas para separar a un determinado grupo social del resto de la ciudadanÃa, los poderes públicos están estigmatizando a dicho grupo, marcándolo como portador de ciertas caracterÃsticas indeseables de las que el resto de la sociedad debe ser protegido (esto también constituye, obviamente, una forma de inmundización), y con ello proporcionan fundamento a la inferiorización social y/o legal de la minorÃa en cuestión.
Segregación, estigmatización, inferiorización e hipocresÃa son caracterÃsticas que, salvando las distancias que haya que salvar –y que desde luego no son pocas– con lo que acabamos de exponer, reencontramos en nuestro propio tiempo en la actitud de los poderes públicos de Occidente hacÃa la minorÃa LGTB. Y es que, con la excepción de un reducido –aunque por fortuna creciente– número de paÃses, la exclusión de las parejas homosexuales del matrimonio, de la adopción y/o de otros derechos sirve hoy para perpetuar la segregación e inferiorización legales y sociales de esta minorÃa, con la estigmatización consiguiente; sin embargo, y de manera hipócrita, los mismos paÃses que practican dicha exclusión proclaman que todo su sistema polÃtico y social se basa en los principios liberales que afirman la igualdad esencial de todos los seres humanos y su libertad para vivir su vida según su propio criterio.
La creación de figuras jurÃdicas alternativas al matrimonio mientras se mantiene la exclusión de éste de las parejas del mismo sexo no pone fin a dicho estado de cosas, y no constituye, por lo tanto, una solución realmente satisfactoria. AsÃ, Daniel Borrillo (en su ensayo Homofobia) ve en el PACS o ley de parejas de hecho francesa una “forma de submatrimonio que ratifica la segregación de las parejas homosexuales”: una especie de gueto legal, podrÃamos decir, para gais y lesbianas. Para Borrillo, “el entusiasmo provocado por una forma especÃfica de conyugalidad, concebida (de manera no confesada) para las parejas del mismo sexo, muestra hasta qué punto, en tanto que grupo dominado, los homosexuales han interiorizado el discurso de los dominantes, presentando como adquirido y legÃtimo el abandono del principio de igualdad en lo que concierne al matrimonio y la filiación.”
Afortunadamente, sin embargo, no todos los gais y lesbianas se encuentran hoy cómodos en el gueto legal: algunos, influidos quizá por ideas ilustradas, parecen decididos a no ahorrar esfuerzo alguno para intentar valerse de cualquier oportunidad que les permita situarse como iguales, de verdad, al resto de la ciudadanÃa. Por mucho que se escandalicen quienes, oponiéndose a dicho objetivo, ven en ello otro ejemplo de la arrogancia sin lÃmites de esta gente.
(Continuará.)
Con esta columna, adelantada al martes para evitar la coincidencia con las fiestas navideñas, esta sección alcanza los 50 textos publicados, como señala el logo modificado especialmente para ello por Xavi DM (muchas gracias, Xavi). Éste es un buen momento, pues, para daros las gracias a todos los que lo habéis hecho posible, empezando -otra vez- por Xavi, el creador de esta magnÃfica realidad que es hoy dosmanzanas.com, siguiendo por los que me animaron en su momento a escribir para esta web (muchas gracias, José Luis/elputojacktwist, Diego) y, por supuesto, por todos los que habéis leÃdo, y algunos también comentado, alguna(s) de estas 50 columnas, participando incluso -con aportaciones frecuentemente brillantes- en unos debates de los que me siento especialmente orgulloso, por más que el mérito sea vuestro. Debo decir que la experiencia de escribir para dosmanzanas es una de las más interesantes y enriquecedoras que he disfrutado nunca. Asà que muchas gracias a todos, y nos seguimos leyendo los miércoles aquà en DM (bueno, la semana que viene el martes, que el miércoles es Nochevieja). ¡Ah, y que paséis felices fiestas!
Nemo
muchas gracias a ti por estos cincuenta magnÃficos textos y que sean muchos más (¿500? ¿5.000?)
Ha sido y es un placer poder leer tus textos. Enhorabuena por todos y cada uno de los cincuenta y, por supuesto, por esta segunda y clarificadora parte de Guetos.
Muchas felicidades y feliz solsticio de invierno
Gracias a ti Nemo por hacernos ver esas otras realidades. Enhorabuena por tus 50 columnas, que esperamos sean muchas más.
Aprovecho la ocasión también para desearles unas Felices Fiestas a todos lo que por aquà andais y si no tengo ocasión más adelante también Feliz Año Nuevo y Feliz dÃa de Reyes.
Gracias a ti Nemo por todas estas columnas que nos has ido regalando y con las que hemos aprendido, hablado, discutido y creo que sobre todo nos has hecho pensar.
Son ya 50 columnas y como dice elputojacktwist, espero que sean muchÃsimas más.
Nuevamente, muchas gracias Nemo.
por cierto, que la columna nº 50 es como para leerla en el Congreso de los Diputados, vamos
Felicitaciones al margen, quiero resaltar algunas de las reflexiones que has ido aportando en tus dos escritos de la serie “Guetos”. Por un lado, la idea de que cuando se califica de guetos a las áreas gayfriendly de las diferentes ciudades se está utilizando en realidad el término de manera errónea, ya que esas áreas son espacios abiertos, tolerantes y para tod@s. Por el contrario, es cuando sales de ese espacio cuando comienza el gueto fÃsico, el espacio restringido para y sólo para una categorÃa ciudadana: los heterosexuales. Es allà donde se produce la exclusión y no en el supuesto gueto homosexual.
Por otro lado, en relación con el post nuevo, no deja de ser curioso (e indignante) que quienes hablan de los guetos como espacioes restringidos, restrictivos y, por supuesto, habitados por inferiores, son precisamente quienes construyen el gueto. Cuando no les es posible la segregación fÃsica, lo intentan con la exclusión social o con la diferenciación institucional; cualquier medio para dejar claro que “los del gueto” no son como los demás, no tienen la misma dignidad, no son recibidos en la asamblea ciudadana de los biempensantes, aunque estos puedan considerarse a sà mismos tan “modernos”, “tolerantes” y “amigables” que incluso puedan “aceptar” que los otros vivan, siempre y cuando se queden en su segunda fila o en sus catacumbas.
Es curioso también que sean precisamente las instituciones impulsoras del gueto (religiones, estructuras de poder, …) las que luego ponen el grito en el cielo, se escandalizan con los comportamientos o costumbres de quienes han sido relegados a la invisibilidad pública. Con lo que su cÃrculo de hipocresÃa se cierra: primero encierran en el gueto para luego acusar al encerrado de permanecer allà sin relacionarse con los demás, para poder desarrollar actividades que no son aceptables para ellos (esa grima que les provocan los cuartos oscuros, la promiscuidad, las manifestaciones, etc.). Y es que para quienes segregan, se da la paradoja de que la libertad es un gueto.
Saluducos
Felicitats. Ha sido un placer leerte. A continuar asÃ.
Por otro lado, me ha parecido muy interesante en tu conclusión lo de que los gais asumen el discurso de inferiorización.
He conocido algun gay (maduro ya) que piensa que el matrimonio sólo es cosa de hombres y mujeres.
También ha conocido algún otro (jovencito) que piensa que Chueca es un ghetto, y que eso no mola nada. El mismo chaval se me quejaba luego de que en Valencia los gais eran invisibles, que no habÃa una área estrictamente gay. En fin, que tenÃa la picha hecha un lÃo, seguramente por los discursos contradictorios que lo bombardean diariamente.
Feliz solsticio de invierno a todos.
Enhorabuena por tu columna, Nemo, es un placer siempre leerte, asà como los comentarios que tus escritos suelen generar (como el de Rukaegos en este post).
Seguramente el matrimonio era para hombre y mujer… hasta que dejó de serlo. A menos que uno sea un conservador recalcitrante, mejor dicho, un conservador sin principios y sólo amante de lo antiguo porque es antiguo, el argumento histórico sirve para bien poco, como en el caso que nos trae Nemo en este post sobre el maltrato a los judÃos durante tantos siglos.
¡¡Feliz navidad y mis mejores deseos a todos para el nuevo año!!
Estamos esperando ya la nº 51.
¡Felicidades, Nemo!
Enhorabuena, Nemo. Que te voy a decir que tú ya no sepas… Y que sean muchas columnas más.
Me resulta especialmente interesante el tema que tocas, al hablar de como los propios gays o lesbianas asumen el discurso dominante, defienden la existencia de categorÃas jurÃdicas separadas y encima se consideran legitimados para acusar a los demás de “reproducir el esquema heterosexista” o sandeces parecidas. El caso de la PACS y el discurso de los propios colectivos franceses renunciando a la igualdad jurÃdica es paradigmático.
El ciclo histórico, de todas formas, parece que está cambiando, y cuando negros nubarrones se ciernen sobre el proceso de consecución de nuestros derechos civiles plenos en Europa, el movimiento LGTB experimenta un impulso renovado en Estados Unidos, justo al revés de lo que ha pasado el último decenio. Y qué casualidad que ese mismo discurso al que me referÃa en el párrafo anterior sale justo ahora “del armario” en Estados Unidos… Hace un par de dÃas Bob Ostertag publicaba un artÃculo de opinión en ese sentido del que (¡cómo no!) ya se han hecho eco numerosos medios supuestamente progresistas de aquel paÃs con alborozo:
http://www.huffingtonpost.com/bob-ostertag/why-gay-marriage-is-the-w_b_152717.html
En fin, lo dejo ahÃ… Igual en el futuro podrÃas tocar este tema.
Un beso
Hay mucho cariño y mucha dedicación en cada uno de tus textos.
Mi más sincera enhorabuena por la serie !!!
Muchas gracias a todos… por supuesto, habrá más columnas (aunque para llegar a las 5.000, Jack, me temo que tendrÃa que vivir bastante más de un siglo…), y espero que sigáis ahà para leerlas y comentarlas. Porque sin vosotros, obviamente, la sección “Entendámonos” se acabarÃa aquà mismo. Nos leemos.
Rukaegos: te cito:
A esto me referÃa cuando hablaba de lo orgulloso que me siento de los comentarios y debates en esta sección, aunque el mérito sea vuestro. Sencillamente brillante.
Flick: muchÃsimas gracias por el link. El artÃculo me parece muy interesante.
Upos, Nemo, me acabas de poner rojo … Que conste que la culpa la tienes tú por provocar y por hacer que pensemos
Un fuerte abrazo
Flick: en efecto, el texto al que enlazas me parece un ejemplo paradigmático de esa interiorización del discurso dominante por algunos gais a la que se refiere Daniel Borrillo. Es como si, ante los judÃos que reivindicaban a finales del siglo XVIII que se les permitiera salir del gueto, otro judÃo listillo saliera con “y para qué queréis salir del gueto, con lo bien que se está aquÃ. Si en realidad ésta es la parte buena de la ciudad, que lo demás está en decadencia y allá se vive fatal, que cada dÃa hay más goyim que no quieren vivir allÃ… Seguro que si os ibais a vivir al centro, luego también vosotros os querrÃais marchar, fijo… Que no, que os lo digo yo que esa reivindicación no nos conviene.”
El artÃculo está lleno de trampas argumentativas bastante evidentes: como, por ejemplo obviar, que esos heteros modernillos (”hipsters”) a los que se refiere y que pasan del matrimonio pueden ser modernillos y decidir que pasan del matrimonio precisamente porque tienen derecho a acceder a él, mientras que a las parejas homos no se les reconoce derecho alguno en este sentido; para un gay o una lesbiana de EEUU -excepto Massachussetts y Connecticut-, decir que “pasa del matrimonio” lo convierte en un ser tan patético como la zorra que decÃa que las uvas a las que no podÃa llegar “estaban verdes”.
Pero para mÃ, lo más triste del artÃculo es, seguramente, cuando sugiere que para convivir con los millones de estadounidenses que pretenden seguir excluyendo para siempre a las parejas homosexuales del matrimonio (y que según el texto no debemos confundir “irreflexivamente” con homófobos, faltarÃa más), lo que tienen que hacer los gais y las lesbianas de EEUU es, sencillamente, someterse de buen grado a dicha exclusión, esto es, no sólo volver al gueto sino, además, disfrutarlo. En plan “I’m being segregated and I’m loving it”…
Me vais a permitir que en esta columna tan especial, la 50ª, me dirija a Nemo en catalán (en un mal catalán, eso sÃ, pero en fin).
Nemo: Què et puc dir jo que no t’hagin dit els altres? MoltÃssimes felicitats per aquestes 50 columnes i per totes les que vindrà n. Has aportat, està s aportant molt no sols a aquesta pà gina web sinó també a tota la comunitat gai espanyola. Ho saps, i aquells qui entren acà a defensar el discurs discriminador també ho saben.
Un bes ben fort.
A mà el artÃculo no me merece un juicio tan negativo. No creo que abogue por aceptar la exclusión, sino por luchar contra la segregación a gran escala que representa el matrimonio en vez de ampliar la base del privilegio.
Yo estoy de acuerdo con ese objetivo como he explicado aquà muchas veces, y no creo que un gay que decide no casarse (mejor dicho, una pareja gay, porque un gay solo está excluido del acceso al privilegio matrimonial) sea patético. Sin embargo, creo que Bob Ostertag se equivoca al plantear la estrategia para conseguirlo o, casi peor, creo que la estrategia que propone es innecesariamente dolorosa para mucha gente que, mientras no se logre la abolición total, seguirá excluida de la igualdad de derechos. En este sentido, me parece preferible luchar contra la discriminación ‘menor’ (la que afecta a un par de palabras del Código Civil), logrando asà el mayor bienestar para mucha gente que lo necesita de manera acuciante, para después luchar contra la discriminación ‘mayor’, que, haciendo del matrimonio una cuestión exclusivamente privada, requerirá repensar en profundidad muchas instituciones polÃticas y jurÃdicas para reajustarlas a los individuos o a los grupos familiares, si hiciese falta.
Creo también se que confunde con las alianzas. En la lucha por el matrimonio gay podemos buscar aliados en las personas que ven un valor social en el matrimonio privilegiado legalmente. Con lo cual, es un objetivo alcanzable más fácilmente, como se ve en la práctica, mientras que la abolición completa del privilegio será más difÃcil de conseguir.
En el fondo, alguno de los mensajes más apocalÃpticos de los conservadores homófobos es perfectamente cierto en el caso de algunos de nosotros: estamos a favor del matrimonio gay, pero en el fondo aspiramos a la destrucción del matrimonio como institución legal.
Creo que Bob Ostertag está en desacuerdo con dedicar esfuerzos en este primer paso y preferirÃa subir los dos escalones de un salto. Como digo, soy crÃtico con él en la estructura de su planteamiento, pero soy indulgente porque comparto los aspectos de fondo.
Me releo y no estoy seguro de haberme explicado. Lo que quiero decir es que, lejos de parecerme un conformista (o abogar por el conformismo con la situación actual de no acceso al matrimonio), lo veo partidario de unos cambios muy radicales, pero que, a mi juicio, precisamente por lo radicales que son, son también más difÃciles de alcanzar. Posponer cualquier mejora a la consecución de esos objetivos finales me parece innecesariamente doloroso. Estamos hablando de mucha gente. Estando de acuerdo con él, primum vivere.
Lo cual es, por cierto, la crÃtica que nos hace Bright. Él cree que habrÃa sido preferible ir rápidamente a una ley de parejas, en vez de hacer que tanta gente sufriese por el empeño en lograr un objetivo tan ambicioso como ley de matrimonio. Ya le respondà en su dÃa que, planteado hace quince o veinte años (cuando se comenzó a aprobar este tipo de leyes en Dinamarca, etc.), probablemente tendrÃa razón; pero que a estas alturas de la pelÃcula, lo alcancable era la ley de matrimonio y a por eso habÃa que ir.
Quizá dentro de quince o veinte años —sinceramente lo deseo— podamos ir a por el objetivo que propugna Ostertag.
zarevitz: tengo que hacerte una matización: yo no he escrito (ni creo) que un gay que decide no casarse sea patético. En absoluto. Lo que he escrito es otra cosa: que lo que encuentro patético es decir que uno “pasa” de aquello que, en cualquier caso, no se le permitirÃa tener. Para poder “pasar” de algo uno primero necesita tener reconocido el derecho a tenerlo; sin este derecho no existe tampoco el derecho a “pasar” de ello, ni tampoco la posibilidad misma de “pasar”. Uno no puede realmente pasar de algo cuando, sencillamente, su opinión al respecto (si lo quiere o no) no cuenta para nada, ya que otros deciden por él que no puede tenerlo. Aun asà puede decir que pasa, claro, pero entonces es como la zorra de las uvas…
Por otro lado, es obvio que no es éste el caso de un homosexual (o una pareja homo) que decide no casarse en España: éste (o ésta) sà está en condiciones de hacer uso o no de su derecho al matrimonio, y tan digno es decidir que quiere(n) hacer uso de él como que no quiere(n).
Nemo: acepto la rectificación, pero un gay también puede decir que “pasarÃa” incluso si pudiese. Asà lo dice este señor, creo que con una nota adicional de arrogancia que emborrona el argumento: “The fact is most of us won’t marry even if we have the right to”.
Al final, pienso que Ostertag piensa más en el matrimonio como institución social, que en el matrimonio como institución jurÃdica; piensa más en la “asimilación” y en el reconocimiento estatal que en los derechos concretos que ofrece el matrimonio.
Por eso, su afirmación de que jamás antes se habÃa pedido una ley de matrimonio se compadece mal con la realidad, al menos en España. El reconocimiento social ya se buscaba con la ley de parejas; y aunque sea en segundo grado, la ley de parejas buscaba también la asimilación y el reconocimiento estatal.
Creo que, en última instancia, su planteamiento resulta poco práctico. Primero hubo que conseguir la emancipación, después los derechos civiles, después el reconocimiento escrito de algunos derechos polÃticos, para después, con los años, tener un presidente negro en la Casa Blanca. Oponerse a la “mera” emancipación o a alguno de los “meros” pasos intermedios, porque con él no se lograba el acceso a la presidencia, habrÃa prestado un mal servicio a numerosas generaciones.
Al final, el discurso de Ostertag podrÃa casar con dos posturas diferentes que se han llegado a encontrar en su crÃtica al matrimonio entre personas del mismo sexo. Por un lado, desde fuera de la comunidad lgtb pero también desde dentro y siempre a partir de la “homofobia interna” (pero también desde intereses polÃticos muy concretos), se encuentran quienes han criticado que gays y lesbianas podamos acceder a la institución matrimonial, proponiendo alternativas-gueto o directamente negando cualquier posibilidad de reconocimiento formal a nuestras parejas y familias. Por otro lado, y entiendo que es el caso de Ostertag como en cierto modo creo que es en España el de las controvertidas declaraciones de Pombo, existe una crÃtica al matrimonio como institución, para a partir de ahà considerar que es un error del movimiento lgtb pretender ser “acogidos” en una figura anticuada y burguesa. En este segundo supuesto, se considerarÃa que no deberÃa existir matrimonio ni para gays ni para heteros.
Es cierto que en los debates sobre matrimonio sÃ, matrimonio no, declaraciones de unos y otros han convivido en su “no”. Pero son sustancialmente diversas. En cualquier caso, sà me parece que, precisamente por la confusión que medios e interesados azuzan, la estrategia de quienes elegirÃan la desaparición total del matrimonio ha elegido el momento equivocado para plantear sus ideas.
Igualdad es, igualdad posible, a dÃa de hoy, idéntica regulación para todos, matrimonio para todos.
A ver, es que aquà se mezclan muchas cosas.
Matrimonio como institución social / matrimonio como institución jurÃdica:
Al menos en España la reivindicación de acceder al matrimonio civil (y precisamente con el nombre “matrimonio” que es el que tienen las uniones civiles en España y no con una ley apartheid) se ha referido siempre a la igualdad de derechos y garantÃas legales a la extensión de este derecho a unas parejas que lo tenÃan negado por discriminación de sexo. Sin pronunciarse sobre si esta institución es “buena” o “mala”. O sobre el futuro de esta institución. Ni decir nada sobre si hay que abolirla, extenderla a trÃos, comunidades no basadas en la sexoafectividad, etc… Porque sobre estas cuestiones los gays tenemos tanto (o tan poco) que decir como los rubios, los zurdos o los seguidores del Barça. Corresponde a la sociedad en su conjunto debatir sobre el futuro del matrimonio como institución social. Los gays y lesbiana no somos avanzadilla de nada. Somos personas que vivimos en esta sociedad tan válidas como cualquier otra para debatir el futuro del matrimonio.
En definitiva, si hay que “abolir” o no el matrimonio lo decidirá la sociedad en su conjunto.
Yo creo que en un contexto de recorte del estado del bienestar los “privilegios” que tenÃan los matrimonios a nivel económico van a desaparecer a medio o largo plazo, con independencia de este debate sobre el futuro del matrimonio como institucion que, insisto, corresponde al conjunto de la ciudadanÃa, no a los colectivos gays ni a la iglesia ni a Hazte Oir ni a los amigos del lince.
Per cert, Nemo, m’encanten els teus escrits!
El asunto es que “quienes elegirÃan la desaparición del matrimonio” por lo general comienzan el discurso atacando la decisión de haber reclamado el derecho a tenerlo. Yo también quisiera ver un dÃa la derogación del matrimonio civil pero lo que es claro, es que mientras exista como institución para el Estado, debe abarcarnos a todos y no tan sólo a hombres y mujeres heterosexuales.
Cansa oir siempre decir que buscábamos ser acogidos en una institución burguesa. Buscábamos la plena igualdad y esa plena igualdad, pasaba por tener derecho al matrimonio. Cansa también leer siempre la misma mentirijilla sobre las parejas de hecho y el sufrimiento que se causó por insistir en la vÃa larga del matrimonio y cansa como cansa cualquier empeño por reescribir la historia. Una ley de parejas de hecho no se aprobó porque fue boicoteada una y otra vez, por los mismos que ahora se oponen al matrimonio. Por boicotear, lo hicieron hasta con su propio mezquino y mal proyecto.
NEMO: Vaig a arriscar com *FER. Enhorabona, els teus articles ens ajuden a mantenir la claredat de pensament. Espere que vulgues donar-nos molts més.
També espere que demà , una recopilació d’aquests textos acabe en un llibre. Ho mereix.
Bones festes
Muy acertado el último comentario de rafa. Yo por ejemplo, sin ser un enemigo acérrimo del matrimonio como institución, como Zarevitz, lo cierto es que no estoy casado y, por el momento, no tengo ninguna intención de hacerlo.
Pero la plena igualdad jurÃdica pasa, por tener derecho a contraer matrimonio exactamente igual que las parejas heteros. Por eso creo que fue un acierto cómo se llevó este tema aquà en España, no creando una ley nueva (y apartheid, como la califica Rafa), sino reformando el Código Civil.
Ahora puedo decir: “no me caso porque no quiero.” Antes no.
Moltes grà cies, Crasamet, rafa, Mercedes. Que passeu molt bones festes i que ens puguem llegir per acÃ, en dosmanzanas, molt de temps!
Creo que Mercedes ha puesto el dedo en la llaga en su comentario: en efecto, el artÃculo de Ostertag al que enlazaba Flick no parece que se centre en reivindicar la abolición del matrimonio para todos, sino más bien en atacar duramente la decisión de las organizaciones LGTB de reivindicar el reconocimiento legal del derecho de cada pareja de gais o de lesbianas a decidir por sà mismos si quieren o no acceder al matrimonio, del mismo modo que pueden decidirlo las parejas heteros.
Para mÃ, tal como está escrito el artÃculo en cuestión, éste último es su tema central, y las alusiones a la hipotética abolición en un indeterminado dÃa futuro del matrimonio civil me da la impresión de que están en el texto porque al autor (que no digo que no crea sinceramente en dicha causa) le vienen de perlas para disimular el hecho de que él, a cambio de poder “compartir el paÃs” e incluso “hacer causa común” con gente que no sólo pretende excluir a las parejas homos del matrimonio, sino que equipara públicamente el matrimonio homosexual a la pedofilia, el incesto y la poligamia (pero que no por ello debemos considerar “irreflexivamente” como homófobos, nos advierte Ostertag), está más que dispuesto a dejar que sean éstos últimos quienes decidan, respecto a la cuestión del matrimonio, por todas las parejas homosexuales.
Bueno, otra vez estupendo, Nemo, sólo puedo aplaudir, poco se puede aportar a lo que cuentas.
Respecto al debate que se ha abierto con el enlace de Flick, se me ocurre que el recurso para negar nuestra igualdad de derechos recurriendo a un supuesto radicalismo finalista, es ya muy viejo, ya he escuchado demasiadas veces eso de “es que el matrimonio es tan anticuado, bugués, atrasado, etc”, y quizás sea verdad, pero lo que es imperdonable es la homofobia, por más que se disfrace de radicalismo progre barato.
Al titular de este caballero, yo reponderia: “Bob is the wrong guy”, y le invitarÃa a decir abiertamente que no, que no le parece bien que los gays y lesbianas podamos ser iguales que él o que Warren, y que deje de marear la perdiz con un mundo futuro ideal donde los lobos y los corderos pacerán juntos, y que mientras hay que respetar las necesidades de los lobos. Que ya somos todos adultos y conocemos el significado del mensaje, que llevamos ya muchas dentelladas dadas y que sabemos que a éste personaje sólo le interesan los derechos de gays y lesbianas porque el próximo mes de enero pueden dejar a la vista las vergüenzas, no sólo de la nueva presidencia, sino de todos los “progres” que parecen dispuestos a comulgar con todas la ruedas de molino que su “fe” les exija.
Si este artÃculo representa lo que va a ser la expresión intelectual de los seguidores de Obama, ciertamente puede acabar siendo una presidencia histórica….
Y para lo que sigan con la matraca de que “el único problema está en el nombre de matrimonio”, les recomiendo la lectura de este enlace:
http://www.gaypeopleschronicle.com/stories08/december/1219081.htm
Es que creo que el punto que señala este autor es que la lucha, en esencia, no era por el matrimonio per se, sino por la igualdad de derechos; y que al escoger el matrimonio como medio para lograr esa igualdad hemos producido dos efectos adversos: en primer lugar, hemos legitimado el matrimonio como espacio donde se colman todas las aspiraciones a la igualdad (olvidando que muchas personas seguirán siendo tratadas desigualmente, pese a la reforma legal) y, en segundo lugar, hemos invadido innecesariamente una figura –el matrimonio– que pertenecÃa per se, como sacramento, a ámbitos religiosos que, por culpa de esta vÃa elegida para la supuesta igualdad, no van a aliarse con nosotros en la consecución de la igualdad completa.
Ojalá fuese cierto eso, pero, al menos en España, me parece ilusorio pensar que algún ámbito religioso opuesto al matrimonio gay estarÃa a favor de deslegalizar por completo el matrimonio y dejarlo en algo propio de iglesias, mezquitas, sinagogas, …
No soy tan acérrimo enemigo del matrimonio como lo soy, por ejemplo, de que el Registro Civil tenga de todos nosotros una inscripción relativa al “sexo”. Pero no se me ocurrirÃa, ni por un instante, oponerme a una ley que permita rectificar la inscripción de sexo solamente porque creo que lo ideal es que esa inscripción desapareciera completamente. Esa desaparición no está al alcance en estos momentos y demorar la solución sólo conseguirá aumentar el sufrimiento de muchos de los afectados.
Es posible que, cuando alguien pida la abolición del matrimonio, otros respondan que, después de todo lo que nos costó a los gays tener acceso a él, que no vengan los “queers” a quitarlo. Algo asà se vino a responder cuando se planteó la reforma de la ley de identidad de género para permitir la rectificación sin haber atravesado tratamiento médico.
O es posible que otra gente opine sinceramente que, civilmente, el matrimonio es per se bueno para la sociedad y debe continuar gozando de privilegios.
Pero todos estos riesgos a que surjan voces contra la abolición me parecen minúsculos en comparación con los beneficios que ha logrado esta ley de matrimonio: en primer lugar, ya lo he dicho, las personas concretas que han podido acceder a lo que antes se les privaba; y en segundo lugar, la ley ha traÃdo “lo glbt” al primer plano del debate polÃtico y social, y ha obligado a mucha gente a pensar sobre este tema y a plantearse la cuestión de la discriminación. Este efecto pedagógico, con esta ley como punta de lanza, representa un avance tal que empequeñece cualquier posible herida causada en el camino. Porque, como decÃa arriba, no creo que en España mucha gente opuesta a la ley de matrimonio porque tiene una concepción religiosa del sacramento que nos excluye hubiese aceptado la completa privatización del vÃnculo, de tal modo que, en adelante, el matrimonio tuviese legalmente la misma relevancia que la primera comunión, es decir, ninguna.
Quizá los Estados Unidos sean diferentes, o quizá también allà algunos caminos al infierno esté empedrados de buenas y puras intenciones.
Y para explicar mejor lo que creo que es una correcta visión de en que consisten los derechos de las personas, y cual ha de ser la posición de una persona progresista, dejo aquà otro enlace en el que Edward I. Koch, que fue alcalde de Nueva York en los 80, habla de la cuestión.
http://www.newsmax.com/koch/warren_inauguration_day/2008/12/22/164474.html
Pensando un poco más en términos de estrategia y dedicación de recursos y esfuerzos, me parece que, incluso para llegar a la solución de consenso que propone el articulista, es mejor la situación actual, con un debate abierto sobre el matrimonio gay y con leyes en varios paÃses que lo reconocen. El compromiso en torno a una situación de consenso me parece más fácil y equilibrado cuando ambas partes tenemos una posición igualmente fuerte y madura, no cuando una posición es la oficial del sistema y la otra apenas acaba de ser despenalizada. Si acaso, es ahora cuando las fuerzas anti-matrimonio gay pueden tener interés en sentarse a la mesa y acordar la deslegalización.
Nazarenos: muy buenos los dos enlaces. Hoy es el nombre, ayer fue el apellido, y mañana seguirá siendo la discrimnación bajo cualquier excusa. El artÃculo del ex alcalde me ha gustado mucho también. Muchas gracias también a ti!
Me uno al agradecimiento que expresa zarevitz por tus aportaciones, Nazareno. Son realmente interesantes, e invito a todos a leerlas. Un saludo afectuoso.
Muchas felicidades Nemo.
Me ha dejado estupefacto eso de la Judensau, la derecha católica es hipersensible cuando ve fotografÃas de la Virgen desnuda pero se queda frÃa con burradas como esta o como la historia de Santo Domingo del Val.
Respecto al tema de Bob Ostertag decir que a esta gente que está en contra del matrimonio burgués me la creeré cuando pidan que otros colectivos, como los negros o los judÃos, sean excluidos de él. ¿Por qué pararse en los LGBT? ¿no se atreven con el resto de minorÃas?