El sofá
Monday, December 1st, 2008

Los comienzos del Sida: Recordando sin ira
En 1985, en Madrid, nadie hablaba del Sida. En aquellos momentos, comienzos de la pandemia entre nosotros, cuando aún los telediarios no abrÃan con Rock Hudson agonizante, el Sida era algo innombrado, innombrable, una referencia en voz baja, que entraba de puntillas en la conversación. Un pequeño grupo (cinco personas) decidió romper el silencio y creó el Comité Ciudadano Anti-Sida de Madrid, la primera asociación de este tipo que hubo en España. Empezaron a reunirse en el Café Comercial (ponÃan sobre las mesas los primeros folletos preventivos como contraseña) y decidieron Hablar del Sida (Su primera publicación se llamará “Hablemos de Sida”), Difundir un mensaje preventivo, sencillo y claro: “Utilizar Condón en la penetración anal o vaginal, No tragar semen ni flujo vaginal, No compartir jeringuillas”. En un primer momento la respuesta a dicho mensaje fue, en el mejor de los casos, esquiva.
Recuerdo (sin ira, claro está) que nadie querÃa escuchar. Nadie querÃa darse por enterado. Más aún: Los propios afectados (hemofÃlicos, homosexuales, heroinómanos) no lograban encontrar un punto en común desde el que luchar juntos en un tema que les afectaba por igual. En la primera conferencia sobre el Sida celebrada en Madrid los hemofÃlicos se negaron a compartir mesa con “gays y yonquis”. Los “yonquis”, por su parte, entraban a hacerse la prueba de detección de anticuerpos en Navas de Tolosa 10 remangándose la camisa para dejar al descubierto los moretones en sus brazos, los estigmas de los pinchazos reiterados, prueba evidente de que no eran maricones. Los homosexuales, a todo esto, tampoco se lucieron en esta primera etapa. Hablar de Sida estaba practicamente vetado en los garitos de Chueca (con la honrosa excepción de “Rimmel”, cuyos dueños, paradójicamente, eran heterosexuales). Recuerdo (sin ira, por supuesto) las negativas de los encargados, las excusas esgrimidas para no permitir la distribución de folletos, las pegatinas arrancadas, la insolidaridad manifiesta que algunos expresaban sin tapujo junto a la caja registradora: “Esto nos va a joder el negocio”. Por ello las primeras reuniones informativas realizadas por el Comité Antisida tuvieron que realizarse fuera de Chueca, en Malasaña, en el histórico “ElÃgeme”, cedido solidariamente por amigos heterosexuales (gracias VÃctor ClaudÃn, gracias JoaquÃn Sabina).
En aquellos primeros momentos del Sida, pocos eran los que se atrevÃan, en Chueca, a mirar de frente la enfermedad, pocos sabÃan qué hacer ante la duda de estar infectado por el VIH, nadie utilizaba condón y en las pantallas de los bares los videos porno remitÃan a un sexo despreocupado y “a pelo”, como si nada estuviera ocurriendo. La prensa gay de entonces, el fanzine “Mundo Gay”, por ejemplo, también se lucÃa lo suyo aportando más oscuridad a las tinieblas. En 1986, La Cotilla, una de sus firmas más reputadas, escribÃa: “¿Conóces tú a alguien que tenga el Sida?. Yo no, y mira que me muevo en el ambiente. Me da la impresión que todos los que lo tienen deben ser amigos de los periodistas que no paran de hablar de nuevos casos. Al menos en el Carretas no conocen a nadie que lo tenga”. Muy pronto, lamentablemente, la pregunta de La Cotilla podÃa ser contestada afirmativamente y no sólo por los asiduos del entrañable Cine Carretas. Muy pronto todos conocieron a alguien que tenÃa Sida…y, fue entonces, cuando las cosas, poco a poco, comenzaron a cambiar…y las primeras máquinas expendedoras de condones hicieron su aparición en los locales. Al impacto primero de la irrupción del VIH entre nosotros, siguió la aceptación de la evidencia y, lentamente, se impuso el buen criterio de la prevención. Ya no era de mal tono esgrimir un condón como de tarjeta de visita segura; ya se sabÃa a dónde acudir para hacerse la prueba (Navas de Tolosa 10, Sandoval 7, fueron los centros pioneros); ya nadie aseguraba, sin caer en el ridÃculo, que el Sida era un invento de “La Polaca Wotyla y Reagan” para arruinarnos la fiesta peramanente. Y, para completar el nuevo cuadro, en los videos de los garitos, la inédita pornografÃa preventiva, asumiendo su calidad de servicio público, demostraba como un condón pefectamente fotografiado y desplegado sobre apropiado mástil, podÃa tener más morbo que una anilla en los testÃculos, un peto de cuero o una muñequera a lo Tom de Finlandia, y al mismo tiempo difundir un mensaje de vida, de prevención.
Por Ricardo Lorenzo

Los comienzos del Sida: Recordando sin ira
En 1985, en Madrid, nadie hablaba del Sida. En aquellos momentos, comienzos de la pandemia entre nosotros, cuando aún los telediarios no abrÃan con Rock Hudson agonizante, el Sida era algo innombrado, innombrable, una referencia en voz baja, que entraba de puntillas en la conversación. Un pequeño grupo (cinco personas) decidió romper el silencio y creó el Comité Ciudadano Anti-Sida de Madrid, la primera asociación de este tipo que hubo en España. Empezaron a reunirse en el Café Comercial (ponÃan sobre las mesas los primeros folletos preventivos como contraseña) y decidieron Hablar del Sida (Su primera publicación se llamará “Hablemos de Sida”), Difundir un mensaje preventivo, sencillo y claro: “Utilizar Condón en la penetración anal o vaginal, No tragar semen ni flujo vaginal, No compartir jeringuillas”. En un primer momento la respuesta a dicho mensaje fue, en el mejor de los casos, esquiva.
Recuerdo (sin ira, claro está) que nadie querÃa escuchar. Nadie querÃa darse por enterado. Más aún: Los propios afectados (hemofÃlicos, homosexuales, heroinómanos) no lograban encontrar un punto en común desde el que luchar juntos en un tema que les afectaba por igual. En la primera conferencia sobre el Sida celebrada en Madrid los hemofÃlicos se negaron a compartir mesa con “gays y yonquis”. Los “yonquis”, por su parte, entraban a hacerse la prueba de detección de anticuerpos en Navas de Tolosa 10 remangándose la camisa para dejar al descubierto los moretones en sus brazos, los estigmas de los pinchazos reiterados, prueba evidente de que no eran maricones. Los homosexuales, a todo esto, tampoco se lucieron en esta primera etapa. Hablar de Sida estaba practicamente vetado en los garitos de Chueca (con la honrosa excepción de “Rimmel”, cuyos dueños, paradójicamente, eran heterosexuales). Recuerdo (sin ira, por supuesto) las negativas de los encargados, las excusas esgrimidas para no permitir la distribución de folletos, las pegatinas arrancadas, la insolidaridad manifiesta que algunos expresaban sin tapujo junto a la caja registradora: “Esto nos va a joder el negocio”. Por ello las primeras reuniones informativas realizadas por el Comité Antisida tuvieron que realizarse fuera de Chueca, en Malasaña, en el histórico “ElÃgeme”, cedido solidariamente por amigos heterosexuales (gracias VÃctor ClaudÃn, gracias JoaquÃn Sabina).
En aquellos primeros momentos del Sida, pocos eran los que se atrevÃan, en Chueca, a mirar de frente la enfermedad, pocos sabÃan qué hacer ante la duda de estar infectado por el VIH, nadie utilizaba condón y en las pantallas de los bares los videos porno remitÃan a un sexo despreocupado y “a pelo”, como si nada estuviera ocurriendo. La prensa gay de entonces, el fanzine “Mundo Gay”, por ejemplo, también se lucÃa lo suyo aportando más oscuridad a las tinieblas. En 1986, La Cotilla, una de sus firmas más reputadas, escribÃa: “¿Conóces tú a alguien que tenga el Sida?. Yo no, y mira que me muevo en el ambiente. Me da la impresión que todos los que lo tienen deben ser amigos de los periodistas que no paran de hablar de nuevos casos. Al menos en el Carretas no conocen a nadie que lo tenga”. Muy pronto, lamentablemente, la pregunta de La Cotilla podÃa ser contestada afirmativamente y no sólo por los asiduos del entrañable Cine Carretas. Muy pronto todos conocieron a alguien que tenÃa Sida…y, fue entonces, cuando las cosas, poco a poco, comenzaron a cambiar…y las primeras máquinas expendedoras de condones hicieron su aparición en los locales. Al impacto primero de la irrupción del VIH entre nosotros, siguió la aceptación de la evidencia y, lentamente, se impuso el buen criterio de la prevención. Ya no era de mal tono esgrimir un condón como de tarjeta de visita segura; ya se sabÃa a dónde acudir para hacerse la prueba (Navas de Tolosa 10, Sandoval 7, fueron los centros pioneros); ya nadie aseguraba, sin caer en el ridÃculo, que el Sida era un invento de “La Polaca Wotyla y Reagan” para arruinarnos la fiesta peramanente. Y, para completar el nuevo cuadro, en los videos de los garitos, la inédita pornografÃa preventiva, asumiendo su calidad de servicio público, demostraba como un condón pefectamente fotografiado y desplegado sobre apropiado mástil, podÃa tener más morbo que una anilla en los testÃculos, un peto de cuero o una muñequera a lo Tom de Finlandia, y al mismo tiempo difundir un mensaje de vida, de prevención.
Por Ricardo Lorenzo