All you queer is love (Sejo Carrascosa)
Hace poco participé en un encuentro feminista porno punk en Donosti, organizado por Beatriz Preciado. Muchas conferencias, performances, videos, fotos, amistades, fiestas… Quizá lo más interesante del encuentro fueron las coaliciones, redes, y amistades que se fueron tejiendo esos dÃas, entre un montón de bollos, maricas y trans que disponÃamos de un espacio de encuentro y de fiesta. Creo que la aportación polÃtica más importante que está haciendo Beatriz en estos años no está en sus estupendos libros (recomiendo Testo yonqui a todo el mundo), sino en haber creado dispositivos de encuentro y de creación que dan poder y crean alianzas entre personas que viven en los márgenes del régimen heterosexual.
Pero hubo una constante a lo largo del festival que me inquietó y que llamó mi atención. La exaltación de la pareja y del amor. Elizabeth Stephens y Annie Sprinkle empezaron contándonos sus estupendos trabajos en el terreno del post porno, pero la intervención fue derivando hacia una narrativa sobre su enamoramiento y sobre sus diversas bodas en diferentes colores “celebrando el amorâ€?; la pareja gay Massimo y Pierce, Black Sun Productions, nos contaron cómo “se enamoraronâ€? rodando su primer porno. Maria Llopis nos contó que “ahora tiene novio y quizá se case y tenga un hijoâ€?. Annie Sprinkle dedicó su intervención a “esa pareja maravillosa: Beatriz y Virginieâ€?. Parte del público se deshacÃa ante tanto romanticismo, ternura, felicidad y Love Power. Otra parte del público se preguntaba qué hacÃamos exaltando la pareja y el matrimonio en un encuentro presuntamente feminista, punk y queer.
Todo esto me dio qué pensar. Me pregunto si la retórica del amor no es sino otro discurso y otra práctica más que hemos adoptado desde el régimen heterosexual. En todo caso, es un discurso totalmente inofensivo y domesticado, algo que no molesta en absoluto al sistema patriarcal y homófobo. Por el contrario, los bollos, las maricas e incluso los trans son mucho mejor digeridos y aceptados cuando tienen pareja (“qué chicos más sanos, ya no son promiscuosâ€?) y sobre todo cuando proclaman “su amorâ€? (“fÃjate qué majos, se quieren; son como nosotrosâ€?). Como decÃa Foucault, lo que molesta al poder no son las relaciones homosexuales, sino la amistad (http://www.hartza.com/fuckault.htm ). Es decir, la posibilidad de crear redes de amigos, apoyos, afectos, solidaridades, difÃciles de localizar, que escapan al control social y que van más allá del modelo binario individualista o liberal: “pareja- amor- matrimonioâ€?.
Mi impresión es que el amor sigue siendo el último bastión que nadie se atreve a franquear, a cuestionar. Se plantea como algo universal, ahistórico, intrÃnsecamente bueno, humano, positivo. Pero quizá no hay un amor en singular, no hay un amor sin historia, no hay amor sin relaciones de poder, de clase y de raza, quizá se puede vivir sin amor. Quizá “el amorâ€? es más complejo de lo que suponemos.
Para mà el amor se basa en la insolidaridad. Me vinculo a una persona, de forma individual, y abandono el resto. La pareja. Dos individuos. Fin del vÃnculo social. La locura temporal que supone el sentimiento amoroso nos aÃsla del resto, o en todo caso convierte a la pareja en la prioridad: primero salvo a mi marido, luego ya veremos. Tampoco se recuerda lo cerca que está el amor del odio: cada semana muere en el Estado español una mujer a manos de su marido: “la maté porque la amabaâ€?. La propia Elizabeth Stephens nos mostraba en el festival una foto de un pezón sujetado por una llave inglesa, y comentaba: “Es una foto del pezón de mi ex. Ahora pienso que deberÃa haber apretado más fuerteâ€?. Parece que la cosa acabó mal entre ellas.
El amor no tiene un original, ni es universal, es más, a mà me parece que es una noción absolutamente heterosexual, y quizá vacÃa. Es un código que repetimos y asumimos inconscientemente porque es el que recibimos desde las instituciones, en el cine, la televisión, la literatura, el discurso familiar, la escuela, la religión. Nada escapa al amor como valor universal. Haz el amor, no la guerra. Viva el amor. Te amo. All you need is love. Todo lo que necesita el poder para callarte la boca es el amor. Qué bonito es el amor. Millones de canciones repiten la palabra amor. Miles de pelÃculas (heteros o gays, da igual) sobre el amor. Miles de parejas se casan cada dÃa “por amorâ€?. Dios es amor. Psicólogos, pedagogas, historiadores, sociólogas, profesoras, militantes, polÃticos, curas, sexólogas, periodistas, cineastas, escritoras, antropólogas, psicoanalistas, humanistas, parados, comunistas, fascistas: todos adoran el amor.
Del mismo modo que la identidad masculina o femenina se adquiere por un proceso performativo de repeticiones de códigos que nos preceden y nos determinan (Butler), aprendemos a sentir y a desarrollar afectos bajo el referente de “el amorâ€?. Como si fueran las únicas gafas de que disponemos para ver el mundo, para sentir, para establecer vÃnculos, para vivir en sociedad. Todos monolingües, hablando el lenguaje universal del amor. Pero hay más lenguas, la polÃtica se escribe desde lo intraducible, desde lo incomunicable, desde códigos secretos que tenemos que inventarnos. Babel contra el amor. El amor nos vuelve codificables, comprensibles, integrables, normales. La subversión pasa por otro sitio: que no sepan qué idioma hablamos.
Si queremos desafiar y subvertir el orden social y sexual en que vivimos, hay que acabar con el amor. Desprenderse de esa costra babosa, almibarada y ñoña donde perecemos como moscas en la miel.
Como decÃa Audre Lorde: “No podemos destruir la casa del amo con las herramientas del amoâ€?.
El amor es la herramienta del amo. Estaba escrito, pero no lo veÃamos: AMOr.
Javier Sáez
www.hartza.com