¿Dónde no hay una guerra?

Existen tardes de sol, de paz y tardes que prefieres no recordar. La violencia es algo que por desgracia inunda cada rincón de nuestras vidas, un azar fortuito y gratuito que acecha en silencio tu despiste y que pocos consideran como algo erradicable, superable.

Hubo una generación que salió a las calles gritando paz, no una concreta de una guerra sino un movimiento pacifista que pretendió dar luz a un deseo humano. Un acto no violento, generoso y universal. Hablar de paz mientras los dignatarios de Israel no cejan en difundir su odio, resulta casi fruto de una mente enferma. Pero quisiera enfermar de paz, de no violencia y permitir una síncopa o un eterno calderón que rememorase la necesidad de una conciencia no violenta en el mundo. Desde España a México desde Etiopía al Líbano. Señores!… un poco de paz.

Ayer, mientras, en pleno barrio de Lavapiés cortaba con apenas unos trapos lavados en sangre la hemorragia en el rostro de una chica de apenas 20 años apuñalada vilmente por su ex compañero. Un sin piedad que en su desencuentro con la no violencia, cosió literalmente a cuchilladas a Diana en plena calle pese a su orden de alejamiento.

Y mientras me hacia un lío con las vendas y la confusión de la gente que miraba, comentaba, pero no hacia nada, a Diana le temblaban las piernas por la impotencia que le causaba saber de algo que se veía venir, pensé en Maruja Torres en Beirut, en su encuentro casual con la guerra en sus breves vacaciones que ya no lo son por que cada día nos informa de lo que allí pasan sus gentes, del horror, de la voz de los inocentes que nada tienen que ver con la violencia gratuita.

La sangre de una guerra es la misma de una mujer maltratada, es sangre inocente, sangre que tinta los escasos granitos de este barrio de Lavapies. Esa sangre lleva llenando los glosarios de los periódicos aquí, en América… pero no se ponen medidas. No se asume la responsabilidad desde una educación, desde el principio. Y lo paradójico del caso llega ahora que mientras Diana padecía en plena calle atestada de gente las puñaladas del rencor, el gobierno de España aprueba una ley de la enseñanza que ataca de lleno el germen mismo del problema.

No fomentar más violencia desde la infancia, enseñar en el respeto, en la diferencia, diferencia de género, diferencia de identidad sexual. La ley incluye los supuestos de «Familia» la tradicional y las que emergen y conforman el mapa emocional de cualquier país.

Según esta nueva ley habrá una asignatura que enfrente a los adolescentes a dar un nombre al racismo, a la violencia de genero, a la diversidad afectiva, a la aceptación de otras opciones sexuales, homosexualidad, lesbianismo, transexualidad. Una asignatura que lamentablemente ha caído como un obús en ese declarado 30% de Españoles que defienden como glorioso el golpe de estado que Franco dio a la Segunda República.

Claro que la discordia esa que tan bien se encargaron los de siempre en inculcar a sus hijos ahora hombres y mujeres, ellos, los hijos de la discordia y la intolerancia amenazan con salir de nuevo a la calle. Los hacedores de las bandas violentas que educan en el seno de sus familias tradicionales a sujetos capaces de sellar a cuchillazos al diferente, al sexo débil, a los de razas y creencias ajenas…volverán a la calle. Han encontrado en la democracia el sistema perfecto en el que escudarse.

Paradojas del bienestar. los intolerantes y violentos caben dentro del sistema. ¿Cuándo llenaremos los colegios de mentes libres? ¿Habrá un futuro sin temor?… Diana no tiene miedo, temblaba por la impotencia, en su mirada había fuego, un rostro dulce que manaba sangre injustamente. No es ni la primera ni la última víctima de la violencia… pero si esta ley se lleva a cabo y los que dicen NO, son condenados al silencio, habrá una esperanza.

Así sea.

Francisco Brives, escritor y actor

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