martes, mayo 20, 2025
InicioArmarios rústicos, o mejor dicho, provincianos

Armarios rústicos, o mejor dicho, provincianos

Una carta en dosmanzanas

Cuando aún suena la resaca de los debates electorales y permanecemos a la espera de las próximas promesas gubernamentales, me gustaría atraer la atención de la población LGBT que navega por este estupendo blog para, desde esta carta, reclamar un poco de asistencia a los provincianos.

Antes de seguir me presento: soy Juan, 41 años, gay y provinciano. ¿De qué provincia? Eso ahora da igual, porque lo realmente importante es el término “provinciano�. No soy quién para hablar por boca de nadie ni para asumir la defensa de otros que permanezcan callados, pero a pesar de ello, espero, que haya otros más como yo.

En boca de un gay hablar de normalidad resulta, cuanto menos, curioso. Defiendo un modo de vida que, para muchos aún, no es “normal�; escribo esta carta en un blog que, para otros tantos, es poco menos que pecaminoso; intento dar respuesta a mis dudas y a mis planteamientos frente a algunos otros de mi condición a los que, yo mismo, a veces, califico de anormales.

Que nadie malinterprete mis palabras, que en ningún momento pretenden cuestionar la naturalidad del hombre o mujer homosexual y su pleno derecho a vivir en las mismas condiciones que los demás. No es eso.

Es, quizás, ese sentimiento inicial que os comentaba; es que soy provinciano. Vivir en una pequeña ciudad donde todo llega con retraso, donde los valores morales y familiares aún pesan mucho en tu estatus, de por sí no es fácil; si le añades el intentar blander bandera alguna, un suicidio. No juego a doble moralidad alguna, pues asumí mi condición hace años y, mis allegados, son conocedores de ello.

Es simplemente el crecer con una mentalidad más tradicional de lo que ciudades más grandes, avanzadas y, por ende, despersonalizadas te permiten. Al final, cada paso que das lo haces pensando en tu familia, en la no decepción a tus mayores y cosas similares. Porque no nos engañemos. A esos padres o madres de más de 65 ó 70 años, a pesar de asumir y entender nuestro modo de vida, algo siempre se les parte. Quizás castillos de arena forjados con la ilusión de los nietos, la consecución de la familia o, a fin de cuentas, lo que a ellos sus padres les enseñaron.

Si hoy me he animado a escribir esta carta, no es más que para reivindicar otro modo de vida tan normal como el de cualquiera que escribe en estas páginas, pero con unos condicionantes que, a veces, hablo por mí mismo, asumes como parte de tu vida y que, en la práctica, hacen que en vez de abrir el armario de par en par, lo abras un poco, lo justo para que se vaya ventilando.

Siempre he querido ser parte activa del movimiento gay aportando lo que pudiera en cada momento, pero más de una vez me he encontrado con que, quien toma las riendas de las pocas actividades que a nivel provinciano se realizan, son las personas de las que yo mismo me he apartado.

Yo no necesito poner una bandera en mi pecho para decir que soy gay, ni tampoco usar lentejuelas en cada fiesta. Me gusta arreglarme, ceñir un poco más las camisas y pantalones y jugar a las miradas furtivas, al ligoteo de toda la vida.

Luego, al volver a casa, abro del todo el armario, dejo la ropa bien puesta y, de nuevo, lo entorno; dejando sólo una rendija que me permita siempre decir que la puerta está abierta, aunque sólo sea para unirme a la revuelta.

Calamidad

RELATED ARTICLES

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Most Popular

Recent Comments