Brooklyn follies
Paul Auster
El otro dÃa comentaba la incursión de David Leavitt en el mundo desconocido de la heterosexualidad. Ahora, la novela de Auster, nos narra su aventura en el barrio de Brooklyn, un mundo lleno de heterogeneidad y mestizaje, por lo que no es de extrañar que aparezcan personajes homosexuales, lesbianas y travestis.
El caso es que todo un flamante premio PrÃncipe de Asturias, eterno aspirante al Nobel de literatura, ha decidido, desde la franqueza y serenidad que le da el estar rozando ya los sesenta años (quién lo dirÃa), escribir una novela en la que, no sólo carga sus tintas contra el señor Bush, sino que introduce la homosexualidad en su novela de una forma natural y delicada. La homosexualidad no es el tema principal, sino que aparece como una caracterÃstica más de los personajes, sin juicios ni condenas.
La búsqueda del Hotel Existencia, ese lugar con el que siempre soñamos, un refugio para el desencanto, se convierte en el impulso vital que necesita un enfermo terminal, un treinteañero fracasado que trabaja como taxista y vendedor de libros, un librero estafador y homosexual, un travesti jamaicano, una niña que se niega a hablar, una madre perfecta y bella (con un marido no tan perfecto), una exdrogadicta retenida por su marido cristiano integrista…personas que están viviendo unas vidas que no les pertenecen, que en algún momento tomaron una salida incorrecta de la autovÃa y aparecieron donde no debÃan.
Pero el Hotel Existencia está ahÃ, en algún lugar de Vermont, entre colinas sombrÃas, rodeado de bosques en los que perderse. Y quizá ha llegado el momento de vivir, pese a los informes médicos, la apatÃa, la decepción, la depresión, el miedo o la incomunicación. El hotel Existencia se hace posible una noche de vino y buena comida. Y todos se encaminan hacia él, con ilusión y sin mirar hacia atrás.