
Hace poco he empezado a trabajar en una empresa de informática que trabaja para la Junta de AndalucÃa (motivo por el cual me es bastante difÃcil comentar todos los dÃas en DosManzanas). El caso es que os prometà que os informarÃa sobre todo lo que viera en el dÃa a dÃa, de forma que a los que estén a punto de entrar en su primer trabajo, como he hecho yo, sepan lo que hay. Pues bien, hasta hoy he estado bastante contento en general con todos los compañeros y jefes, que hemos trabajado en un clima de respeto y buen rollo. Pero evidentemente eso se debÃa al desconocimiento inicial entre nosotros, y después de dos semanas ya cada cual empieza a dar signos de su personalidad y su forma de pensar.
Pues bien, vamos a lo que vamos, en estas dos semanas habré escuchado como mucho dos veces la palabra «maricón» (os aseguro que en Cádiz la gente lo usa cotidianamente, asà que es todo un éxito), pero hoy he decidido cambiar de ambiente y acercarme a la hora del almuerzo con otro grupito, donde tengo un viejo amigo. Ellos estaban hablando del Rey y Hugo Chávez cuando llegué, pero yo pasé de hablar y me puse a comer tranquilamente la ensalada de pasta que me habÃa preparado mi madre. Estaba muy a gusto, sentado en el césped, observando la campiña gaditana, calentito con los rayos del Sol de mediodÃa… cuando de repente uno de los compañeros dijo en alto que votarÃa a Zapatero en las próximas elecciones, a lo que otro respondió, muy enfadado, que Zapatero sólo habÃa hecho cosas malas para España, como «las bodas de maricones».
Como os podéis imaginar, se me descompuso totalmente la cara y la barriga al escuchar eso, se acabó el almuerzo tranquilo con los compañeros. Lo lógico y normal habrÃa sido responderle a ese individuo defendiendo lo que soy, pero no fue lo que hice. Me arrepiento en lo más profundo de haberme callado en ese momento, pues lo que vino después fue la mayor tortura verbal a la que me han sometido en mucho tiempo. Ellos no saben que soy gay, pero mi amigo de toda la vida sà lo sabe y empezó a meter cizaña, mientras me daba con el pie para que yo dijera algo. Pero yo estaba petrificado, mirando al horizonte no queriendo escuchar. Estaba acojonado, me sentà absolutamente impotente, cobarde, gilipollas, me cogieron totalmente desprevenido. Aguanté asà la media hora de conversación en la que el individuo fascista (en contra de los demás, al menos) defendÃa que el matrimonio entre personas del mismo sexo lo iban a usar los «maricones» para hacer fraude (¡flipante!). Por supuesto luego vinieron las conversaciones tÃpicas de quién mete a quién cosas por tal sitio… y yo en silencio aguantando. Incluso los que se autoproclamaban como de izquierdas defendÃan su postura con cosas como «te mereces que te toque un hijo maricón» o «si mi hijo se la metiera a otros por el culo o se la metieran a él, yo pasarÃa», y eso cuando no coincidÃan con la opinión del fascista. He llegado a mi casa sin ganas de nada y no sé hacer otra cosa que pediros consejo, aunque sea una regañina por ser tan cobarde. Mañana vuelvo al trabajo, vuelvo a ver a esa misma gente, ¿Qué hago? Dadme fuerzas para enfrentarme a esto, que me temo es otra prueba más entre tantas. Ante todo quiero daros las gracias a todos por existir, por escribir aquà y por animar a la gente a luchar contra esta locura.
Rubén