martes, mayo 20, 2025
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Carta desde Cádiz

Una carta para dosmanzanas

Hace poco he empezado a trabajar en una empresa de informática que trabaja para la Junta de Andalucía (motivo por el cual me es bastante difícil comentar todos los días en DosManzanas). El caso es que os prometí que os informaría sobre todo lo que viera en el día a día, de forma que a los que estén a punto de entrar en su primer trabajo, como he hecho yo, sepan lo que hay. Pues bien, hasta hoy he estado bastante contento en general con todos los compañeros y jefes, que hemos trabajado en un clima de respeto y buen rollo. Pero evidentemente eso se debía al desconocimiento inicial entre nosotros, y después de dos semanas ya cada cual empieza a dar signos de su personalidad y su forma de pensar.

Pues bien, vamos a lo que vamos, en estas dos semanas habré escuchado como mucho dos veces la palabra «maricón» (os aseguro que en Cádiz la gente lo usa cotidianamente, así que es todo un éxito), pero hoy he decidido cambiar de ambiente y acercarme a la hora del almuerzo con otro grupito, donde tengo un viejo amigo. Ellos estaban hablando del Rey y Hugo Chávez cuando llegué, pero yo pasé de hablar y me puse a comer tranquilamente la ensalada de pasta que me había preparado mi madre. Estaba muy a gusto, sentado en el césped, observando la campiña gaditana, calentito con los rayos del Sol de mediodía… cuando de repente uno de los compañeros dijo en alto que votaría a Zapatero en las próximas elecciones, a lo que otro respondió, muy enfadado, que Zapatero sólo había hecho cosas malas para España, como «las bodas de maricones».

Como os podéis imaginar, se me descompuso totalmente la cara y la barriga al escuchar eso, se acabó el almuerzo tranquilo con los compañeros. Lo lógico y normal habría sido responderle a ese individuo defendiendo lo que soy, pero no fue lo que hice. Me arrepiento en lo más profundo de haberme callado en ese momento, pues lo que vino después fue la mayor tortura verbal a la que me han sometido en mucho tiempo. Ellos no saben que soy gay, pero mi amigo de toda la vida sí lo sabe y empezó a meter cizaña, mientras me daba con el pie para que yo dijera algo. Pero yo estaba petrificado, mirando al horizonte no queriendo escuchar. Estaba acojonado, me sentí absolutamente impotente, cobarde, gilipollas, me cogieron totalmente desprevenido. Aguanté así la media hora de conversación en la que el individuo fascista (en contra de los demás, al menos) defendía que el matrimonio entre personas del mismo sexo lo iban a usar los «maricones» para hacer fraude (¡flipante!). Por supuesto luego vinieron las conversaciones típicas de quién mete a quién cosas por tal sitio… y yo en silencio aguantando. Incluso los que se autoproclamaban como de izquierdas defendían su postura con cosas como «te mereces que te toque un hijo maricón» o «si mi hijo se la metiera a otros por el culo o se la metieran a él, yo pasaría», y eso cuando no coincidían con la opinión del fascista. He llegado a mi casa sin ganas de nada y no sé hacer otra cosa que pediros consejo, aunque sea una regañina por ser tan cobarde. Mañana vuelvo al trabajo, vuelvo a ver a esa misma gente, ¿Qué hago? Dadme fuerzas para enfrentarme a esto, que me temo es otra prueba más entre tantas. Ante todo quiero daros las gracias a todos por existir, por escribir aquí y por animar a la gente a luchar contra esta locura.

Rubén

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