
Siempre me han gustado los cuentos de reyes y reinas. Hace ya muchos años, hubo un señor con bigote que entró a tiros en el Congreso de los Diputados. Mis padres me dijeron que era malo. Al poco tiempo, otro señor vestido de militar, sólo con leer un papel, hizo que el de bigote entregara las armas. Mis padres me dijeron que era bueno. Yo imaginaba al rey Juan Carlos como una especia de Mazinger Z que nos protegÃa a los españoles: con tres palabras habÃa derrotado a los tanques.
También me explicó mi padre que esto de la Democracia era como un juego: habÃa unas reglas y por nuestro bien era mejor que las respetásemos, hacÃa muy poco que mis abuelos se habÃan matado el uno al otro.
Por eso, el dÃa que ustedes vinieron de visita a mi ciudad, quise acercarme al Ayuntamiento para verles, especialmente a usted, Doña SofÃa, que siempre se ha parecido mucho a mi madre. Me acerqué a una ventana por la que tenÃan que pasar obligatoriamente para subir al balcón. Preferà verles de cerca antes que oÃr su discurso entre la muchedumbre. Usted, al subir la escalera, acarició la ventana contra la que yo apretaba la nariz y sonrió. Ese dÃa supe que nunca nadie me meterÃa en la cárcel por amar a otros hombres: allà estarÃa usted con su rayo fulminante para defender a su pueblo. Como Afrodita A.
Luego pasaron los años, y me casé delante de una foto suya. Y desfilé orgulloso muchos otros años por las mismas calles por las que usted se paseaba en coches de cristales tintados.
Siempre tan profesional, tan prudente, hablando de sus nietos, tan culta, tan educada, ejerciendo a la perfección el oficio por el que todos los españoles le pagamos a costa de nuestro esfuerzo para que nos represente. Si hubiera habido una tienda de reinas yo habrÃa comprado para mi paÃs una reina como usted.
Hasta hoy. Francamente, Doña SofÃa, calladita estaba más guapa. Y todo porque no acepta pulpo como animal de compañÃa. Lo malo es que ha sido el pueblo español el que ha decidido que un pulpo es un animal de compañÃa. Y no creo que tenga que recordarle que la Constitución española define claramente de quién es el Scattergories y que a lo mejor su dueño se enfada y se lo lleva.
Siga usted haciéndonos el favor de hablar de Froilán, de Leonor o de la madre que les parió a todos ellos, pero las opiniones privadas, déjelas para las conversaciones de café y anisette con las amigas. Y la próxima vez que tenga la tentación de hacerlas públicas haga usted el favor de metérselas en su real culo.
Que yo también soy muy reina, pero he tenido que desgastar muchos tacones para llegar a serlo.
Dios guarde a usted muchos años, que nosotros ya nos guardamos solitos.
¡Salud y República!
elputojacktwist (José Luis Serrano)