martes, mayo 20, 2025
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Después de la agresión

Una carta en dosmanzanas.com

Cuando hace ya más de dos meses de la agresión homófoba que sufrí junto a mi novio en la estación de Príncipe Pío de Madrid, no quiero desaprovechar la oportunidad que me ofrecen los compañeros de dosmanzanas.com para compartir con vosotros y vosotras mi impresiones al respecto.

Agresión homófoba en Madrid

La verdad es que físicamente estoy casi totalmente recuperado, lo cual es curioso, porque hay gente que me ve y me dice que se pensaba que estaba peor (no sé si esperan verme todavía con los ojos morados y las costras de las heridas en la cara). He pensado mucho en estas semanas en la suerte que tuve de, por un lado, no acordarme de nada y, por otro, de que parece que no me quedarán secuelas físicas permanentes. Sinceramente, no sé si sería tan fácil perdonar y olvidar si hubiese ocurrido lo contrario.

Cuando peor me he sentido en todo este tiempo fue cuando me comunicaron del juzgado que la agresión que he sufrido se consideraba una “falta� en lugar de un “delito�. Esto tiene una serie de implicaciones prácticas importantes, como que no tienes derecho ni a abogado ni a procurador de oficio o que en caso de que hubiera juicio no se podría aplicar el agravante de homofobia a los agresores. Pero, sobre todo, tiene un componente de violencia simbólica muy desagradable: el estado y la “justicia� me están diciendo que lo que me ha pasado es equivalente a una pelea o a un insulto por la calle. Y eso sí me hizo sentir bastante mal.

Casos como este, de violencia gratuita contra una persona inconsciente e indefensa en el suelo, creo que deberían ser considerados directamente como un delito. A este tipo de agresiones las llaman en Estados Unidos crímenes de odio (“hate crime�).

Efectivamente, exclusivamente el odio homófobo fue lo que hizo que estos tipos –que no me conocían de nada– me rompieran una botella en la cabeza y me pegaran patadas y puñetazos con ensañamiento. Para que se considerara directamente delito este tipo de crímenes de odio haría falta que se aprobase una Ley Contra la Violencia Homófoba, como existe en Francia, que nos protegiera de este tipo de odio irracional que se alimenta de muchos discursos de algunos políticos, religiosos, educadores, medios de comunicación o páginas de Internet.

Principe PioAsí se podría evitar dejar al libre albedrío del juez de turno que declare una agresión como delito o falta ya que, como sabemos, el sistema de “justicia� en España no se caracteriza precisamente por su compromiso con la igualdad de gays y lesbianas (recordemos que el Consejo General del Poder Judicial criticó duramente la legalización del matrimonio homosexual y que prominentes jueces no paran de quejarse de la Ley contra la Violencia de Género, aprobada por unanimidad en el Parlamento). Yo no soy abogado, pero me cuentan que el hecho de que te hospitalicen o te den puntos de sutura suelen ser motivos suficientes para que se declare como “delito� una agresión. En mi caso pasé por ambas experiencias, pero parece que no fue suficiente para el juez que me tocó en mala suerte.

Otra de las reflexiones de las últimas semanas ha sido darme cuenta de lo difícil que es denunciar estos casos de violencia. Primero, y sobre todo, porque te mete en líos y complicaciones cuando tú lo que quieres es estar tranquilo y olvidar. Segundo, por la vergüenza que sientes de ir a cualquier lado con las marcas de la agresión. Tercero, algo muy importante, porque tienes que estar totalmente fuera del armario ante todo el mundo, especialmente si vas a salir en los medios. Y, encima, corres el riesgo de que no sirva para nada, como es mi caso o el de una mujer transexual que me contó que fue a juicio, pillaron a los que la dieron una paliza que estaba grabada en video y se fueron de rositas ya que eran menores y no se podía hacer nada.

Después de todo esto he comprobado que existen muchísimas más agresiones de las que se denuncian y, sobre todo, de las que salen en los medios. Cantidad de personas se han acercado a mí después de saber lo de mi agresión para contarme que ellos y ellas (especialmente mujeres transexuales, pero también lesbianas) también habían sufrido agresiones similares.

Por otro lado descubro que Príncipe Pío parece que se está convirtiendo en un foco de agresiones homófobas: el otro día venía una carta en el diario ADN narrando insultos en la estación, la agresión que sufrió el niño que hace de Fidel en la serie Aída el año pasado fue allí también, recuerdo otra pareja atacada en esta misma estación hace unos años en el día del orgullo… ¿Qué están haciendo las autoridades locales y los responsables de la estación para evitarlo? Obviamente nada. Uno de los testigos de nuestra agresión nos contó que un vigilante jurado vio que me estaban pegando y, en lugar de acudir a socorrerme, se metió dentro lavándose las manos sobre el asunto. No es de extrañar, teniendo en cuenta que cuando fui a poner la denuncia me comentaron que los vigilantes del Centro Comercial Príncipe Pío tenían una pila de denuncias por agresiones contra gays que acuden a ligar a los baños del centro comercial.

Todo esto que os cuento a mi no me va a servir de mucho ya que, aunque había una cámara de “seguridad� justo encima de donde ocurrió todo, dice la policía que las imágenes son demasiado borrosas como para identificar a los agresores. Si no sirven para que acudan en tu auxilio ni para una identificación ¿Para qué están ahí? Aunque no hayan localizado a los agresores –lo que implica que no habrá juicio–, me gustaría destacar la profesionalidad y el trato exquisito de la Policía Nacional y, por otro lado, de los sanitarios del Hospital Clínico de Madrid.

Y ahora, ¿qué? Llegan tiempos de elecciones y es hora de demandar a los partidos a los que votamos políticas concretas que no se queden solo en nuevas leyes (esenciales) sino que incluyan personal, presupuesto, acciones, formación, campañas, investigación, instituciones públicas, observatorios… que luchen de forma real y eficiente contra la violencia homófoba en todas sus formas (física, verbal, de exclusión, simbólica) y en todos sus ámbitos (laborales, escolares, familiares, en los espacios públicos, en medios de comunicación). Y, por supuesto, seguir mostrando nuestra afectividad en público y no dejarnos llevar por el miedo: son minoría (según todas las investigaciones realizadas en España la mayoría de la población y la mayoría de los jóvenes no son homófobos).

José Ignacio Pichardo Galán

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