
Cuando hace ya más de dos meses de la agresión homófoba que sufrà junto a mi novio en la estación de PrÃncipe PÃo de Madrid, no quiero desaprovechar la oportunidad que me ofrecen los compañeros de dosmanzanas.com para compartir con vosotros y vosotras mi impresiones al respecto.

La verdad es que fÃsicamente estoy casi totalmente recuperado, lo cual es curioso, porque hay gente que me ve y me dice que se pensaba que estaba peor (no sé si esperan verme todavÃa con los ojos morados y las costras de las heridas en la cara). He pensado mucho en estas semanas en la suerte que tuve de, por un lado, no acordarme de nada y, por otro, de que parece que no me quedarán secuelas fÃsicas permanentes. Sinceramente, no sé si serÃa tan fácil perdonar y olvidar si hubiese ocurrido lo contrario.
Cuando peor me he sentido en todo este tiempo fue cuando me comunicaron del juzgado que la agresión que he sufrido se consideraba una “faltaâ€? en lugar de un “delitoâ€?. Esto tiene una serie de implicaciones prácticas importantes, como que no tienes derecho ni a abogado ni a procurador de oficio o que en caso de que hubiera juicio no se podrÃa aplicar el agravante de homofobia a los agresores. Pero, sobre todo, tiene un componente de violencia simbólica muy desagradable: el estado y la “justiciaâ€? me están diciendo que lo que me ha pasado es equivalente a una pelea o a un insulto por la calle. Y eso sà me hizo sentir bastante mal.
Casos como este, de violencia gratuita contra una persona inconsciente e indefensa en el suelo, creo que deberÃan ser considerados directamente como un delito. A este tipo de agresiones las llaman en Estados Unidos crÃmenes de odio (“hate crimeâ€?).
Efectivamente, exclusivamente el odio homófobo fue lo que hizo que estos tipos –que no me conocÃan de nada– me rompieran una botella en la cabeza y me pegaran patadas y puñetazos con ensañamiento. Para que se considerara directamente delito este tipo de crÃmenes de odio harÃa falta que se aprobase una Ley Contra la Violencia Homófoba, como existe en Francia, que nos protegiera de este tipo de odio irracional que se alimenta de muchos discursos de algunos polÃticos, religiosos, educadores, medios de comunicación o páginas de Internet.
Asà se podrÃa evitar dejar al libre albedrÃo del juez de turno que declare una agresión como delito o falta ya que, como sabemos, el sistema de “justiciaâ€? en España no se caracteriza precisamente por su compromiso con la igualdad de gays y lesbianas (recordemos que el Consejo General del Poder Judicial criticó duramente la legalización del matrimonio homosexual y que prominentes jueces no paran de quejarse de la Ley contra la Violencia de Género, aprobada por unanimidad en el Parlamento). Yo no soy abogado, pero me cuentan que el hecho de que te hospitalicen o te den puntos de sutura suelen ser motivos suficientes para que se declare como “delitoâ€? una agresión. En mi caso pasé por ambas experiencias, pero parece que no fue suficiente para el juez que me tocó en mala suerte.
Otra de las reflexiones de las últimas semanas ha sido darme cuenta de lo difÃcil que es denunciar estos casos de violencia. Primero, y sobre todo, porque te mete en lÃos y complicaciones cuando tú lo que quieres es estar tranquilo y olvidar. Segundo, por la vergüenza que sientes de ir a cualquier lado con las marcas de la agresión. Tercero, algo muy importante, porque tienes que estar totalmente fuera del armario ante todo el mundo, especialmente si vas a salir en los medios. Y, encima, corres el riesgo de que no sirva para nada, como es mi caso o el de una mujer transexual que me contó que fue a juicio, pillaron a los que la dieron una paliza que estaba grabada en video y se fueron de rositas ya que eran menores y no se podÃa hacer nada.
Después de todo esto he comprobado que existen muchÃsimas más agresiones de las que se denuncian y, sobre todo, de las que salen en los medios. Cantidad de personas se han acercado a mà después de saber lo de mi agresión para contarme que ellos y ellas (especialmente mujeres transexuales, pero también lesbianas) también habÃan sufrido agresiones similares.
Por otro lado descubro que PrÃncipe PÃo parece que se está convirtiendo en un foco de agresiones homófobas: el otro dÃa venÃa una carta en el diario ADN narrando insultos en la estación, la agresión que sufrió el niño que hace de Fidel en la serie AÃda el año pasado fue allà también, recuerdo otra pareja atacada en esta misma estación hace unos años en el dÃa del orgullo… ¿Qué están haciendo las autoridades locales y los responsables de la estación para evitarlo? Obviamente nada. Uno de los testigos de nuestra agresión nos contó que un vigilante jurado vio que me estaban pegando y, en lugar de acudir a socorrerme, se metió dentro lavándose las manos sobre el asunto. No es de extrañar, teniendo en cuenta que cuando fui a poner la denuncia me comentaron que los vigilantes del Centro Comercial PrÃncipe PÃo tenÃan una pila de denuncias por agresiones contra gays que acuden a ligar a los baños del centro comercial.
Todo esto que os cuento a mi no me va a servir de mucho ya que, aunque habÃa una cámara de “seguridadâ€? justo encima de donde ocurrió todo, dice la policÃa que las imágenes son demasiado borrosas como para identificar a los agresores. Si no sirven para que acudan en tu auxilio ni para una identificación ¿Para qué están ahÃ? Aunque no hayan localizado a los agresores –lo que implica que no habrá juicio–, me gustarÃa destacar la profesionalidad y el trato exquisito de la PolicÃa Nacional y, por otro lado, de los sanitarios del Hospital ClÃnico de Madrid.
Y ahora, ¿qué? Llegan tiempos de elecciones y es hora de demandar a los partidos a los que votamos polÃticas concretas que no se queden solo en nuevas leyes (esenciales) sino que incluyan personal, presupuesto, acciones, formación, campañas, investigación, instituciones públicas, observatorios… que luchen de forma real y eficiente contra la violencia homófoba en todas sus formas (fÃsica, verbal, de exclusión, simbólica) y en todos sus ámbitos (laborales, escolares, familiares, en los espacios públicos, en medios de comunicación). Y, por supuesto, seguir mostrando nuestra afectividad en público y no dejarnos llevar por el miedo: son minorÃa (según todas las investigaciones realizadas en España la mayorÃa de la población y la mayorÃa de los jóvenes no son homófobos).