
De un tiempo a esta parte parece haber calado, incluso entre nosotros, la idea de que el número de matrimonios entre personas del mismo sexo celebrados en España desde que el 3 de Julio de 2005 entró en vigor la histórica ley que los hace posible es un tema menor. Que, independientemente del número de parejas de gays y lesbianas que hagan uso de su legÃtimo derecho a contraer matrimonio, lo importante es el reconocimiento legal del mismo.
Asà deberÃa ser si nos moviéramos exclusivamente en el terreno de los principios abstractos. Pero los lectores avezados de dos manzanas sabéis que de un tiempo a esta parte nos movemos más bien en el fango de manipulaciones bajo el que poderosos sectores polÃtico-mediáticos se empeñan en ocultar la realidad social. Y no deja de ser curioso ver como vienen trabajando sin descanso para crear la impresión general de que el número de bodas entre personas del mismo sexo es, al fin y al cabo, insignificante. Algo por lo que este Gobierno “no deberÃa haber abierto esta fractura socialâ€?, como machaconamente los homófobos argumentan dÃa tras otro, y cuya anulación no supondrÃa más que un leve trastorno fácilmente corregible con un simple registro de uniones civiles que otorgara ciertos derechos a las uniones (que no familias, eso nunca, faltarÃa más) formadas por personas del mismo sexo.
Lo triste es que la realidad de las cifras es impresionante para cualquiera a los que hace pocos años se nos hubiera preguntado, independientemente de nuestro mayor o menor entusiasmo por la institución matrimonial. Porque ya disponemos de cifras que permiten cuantificar el fenómeno del matrimonio entre personas del mismo sexo en España. Cifras que nosotros mismos desconocemos, gracias entre otras cosas a la bobalicona inocencia de gran parte del propio colectivo.
Comencemos por el aspecto más frÃvolo de las cifras. En estos tiempos de competiciones territoriales, que tanto gustan a algunos, echemos un vistazo a la proporción de bodas entre personas del mismo sexo celebradas en las diferentes capitales españolas a lo largo del año 2006, único ejercicio anual completo hasta la fecha. Ordenando éstas en un top ten, Barcelona aparece como lÃder destacada. En la capital catalana, el 7’68 % de todas las bodas celebradas a lo largo del año pasado lo fueron ya entre personas del mismo sexo. La sigue Las Palmas de Gran Canaria, con el 6’24 %. En tercera posición se sitúa Madrid, con el 5’59 %. Siguiendo por orden descendente, entre el 5 y el 4 % se sitúan Palma de Mallorca, Santa Cruz de Tenerife, Girona y Alicante. Finalmente, entre el 4 % y el 3 % se sitúan Valencia, San Sebastián y Bilbao. Cifras difÃciles de explicar desde las posiciones ideológicas que hablan de la homosexualidad como una desviación, en cualquier caso, “muy minoritariaâ€?.
Una primera reflexión a la luz de los datos: admitiendo que el porcentaje de bodas entre personas del mismo sexo sobre el total de bodas es un indicador indirecto de normalización del hecho homosexual, y por tanto de cosmopolitismo de una ciudad, la tercera posición de Madrid resulta ligeramente decepcionante para los que aquà vivimos, sobre todo por la acusada diferencia con Barcelona (más de dos puntos de diferencia: una de cada 18 bodas en Madrid, frente a una de cada 13 en Barcelona). La octava posición de Valencia, tercera ciudad de España, también sorprende. En sentido opuesto, destacan positivamente las capitales canarias, especialmente Las Palmas. Girona, pequeña capital de provincias catalana, es la sorpresa de la lista. Una sugerencia en clave polÃtica: relacionad esa lista de ciudades con la evolución electoral experimentada en las últimas elecciones municipales… Es sólo una invitación a la reflexión.
Las cifras en las grandes ciudades son, no creo que nadie lo cuestione, significativas, lo que coincide además con la visión tradicional de la “concentración de población gayâ€? en ellas. Lo que ya no resulta tan consecuente con esa visión, atendiendo otra vez a las cifras, es que casi el 57 % de las bodas entre personas del mismo sexo celebradas en 2006 tuviera lugar fuera de las capitales de provincia (lamentablemente, el Instituto Nacional de EstadÃstica no ofrece aún los datos de 2006 suficientemente desagregados, como para conocer la situación en aquellas ciudades que no son capitales de provincia). Parece en cualquier caso que la existencia de zonas de ocio gay en las grandes urbes no va necesariamente asociado a que en ellas se concentre la mayorÃa de la población gay o lésbica casadera, que según este reparto estarÃa más dispersa de lo que habitualmente se admite.
¿Y en cifras totales, se nos argumentará? Porque bueno, que en Barcelona casi un 8% de las bodas sean entre personas del mismo sexo tampoco es para tanto. Al fin y al cabo son catalanes, y ya se sabe, con tal de joder a España los catalanes hacen lo que sea…
Hemos utilizado porcentajes porque a nuestro juicio transmiten mejor la cuantÃa del fenómeno, pero vamos allá con las cifras absolutas. Desde Julio de 2005 hasta Diciembre de 2006, es decir, durante los primeros 18 meses de aplicación de la ley, independientemente del lugar de celebración, se celebraron en todo el territorio español un total de 5.843 bodas entre personas del mismo sexo, un 1’76% de todas las bodas de España en ese periodo. Sin duda, porcentaje todavÃa inferior al de la proporción de población gay y lésbica. ¿Pero realmente fueron pocas bodas? Permitidnos una simple extrapolación. El total de matrimonios existente en nuestro paÃs es fruto no de un año y medio, sino de varias décadas. Imaginad por un momento que ese porcentaje, correspondiente sólo al primer año y medio de bodas, fuera el que definitivamente hubiera estado instalado en España desde hace décadas en una situación hipotéticamente normalizada. Trasladad ese promedio al número total de matrimonios existentes en España (unos 9 millones, según el censo de 2001). Ello arrojarÃa una cifra total de más de 150.000 matrimonios del mismo sexo. ¿SeguirÃan siendo pocos?
Pero vamos todavÃa más allá. Ese cálculo “de mÃnimosâ€? no es precisamente el que la tendencia de fondo señala. Y es que los principios son duros, especialmente cuando preparar una boda en nuestro paÃs exige un gran esfuerzo personal, familiar y, por cierto, burocrático, sobre todo si es una boda exclusivamente civil o religiosa no católica (las incomprensibles prebendas de que goza la Iglesia Católica en nuestro paÃs hacen que la gestión de los trámites civiles que conllevan los matrimonios católicos sea más sencilla). Nada que ver con la sencillez burocrática de una boda en Canadá, por ejemplo. Para que os hagáis una idea, en el primer mes de vigencia de la ley, solo un 0’11 % de las bodas celebradas alcanzó a ser entre personas del mismo sexo… Y además, los 18 meses considerados no son homogéneos, debido sobre todo al componente estacional de las celebraciones.
¿Cuál es, pues, la tendencia? Analizando los promedios mensuales, la proporción de bodas del mismo sexo desde Julio de 2005 hasta Diciembre de 2006 siguió una lÃnea con dos dientes de sierra y tendencia creciente de fondo. Desde el primer y escaso 0’11 % de julio de 2005 se pasa al ya más apreciable 6’27 % de enero de 2006 (mes durante el cual una de cada 16 bodas celebradas en toda España fue entre personas del mismo sexo). El porcentaje decrece de nuevo a lo largo del 2006 hasta el mÃnimo de 1’09% de agosto de 2006 (ya un punto por encima del mÃnimo de 2005), para volver a crecer hasta el 2’77% de Diciembre de 2006.
¿Qué está pasando en 2007? TodavÃa no disponemos de datos nacionales, pero las Web estadÃsticas de tres Comunidades Autónomas recogen ya datos avanzados del primer trimestre, en concreto AndalucÃa, PaÃs Vasco y Madrid. El primer trimestre de 2007 arrojarÃa, sumando los datos de esas comunidades, un 3’44 % de bodas entre personas del mismo sexo, frente al 2’01 % del trimestre inmediatamente precedente en esas mismas comunidades. Todo parece indicar, salvo notable caÃda del porcentaje en el resto de comunidades (cosa que no parece previsible), que el porcentaje de matrimonios sobre el total del perÃodo de vigencia de la ley seguirá consolidándose poco a poco. Como mÃnimo, el número de bodas celebradas a finales de este año rondará ya las 10.000. Eso supone ya la existencia de un colectivo de familias formadas por 20.000 adultos y bastantes menores cuyos derechos penden de un hilo.
No pretendemos aportar argumentaciones de fondo al debate que la derecha se empeña en mantener vivo sobre los derechos civiles de gays y lesbianas. Lo importante es que gays y lesbianas, independientemente del número que deseen ejercerlos, tengan iguales derechos y deberes que los heterosexuales. Pero en un momento polÃtico de extrema gravedad, en el que la derecha acentúa su estrategia de acoso institucional al Gobierno, centrada sobre todo en asegurarse el control del Tribunal Constitucional para, entre otros objetivos, anular los matrimonios celebrados entre personas del mismo sexo, no está de más recordar la magnitud de aquello que peligra. Y no olvidéis que el Tribunal Constitucional consagrarÃa para siempre la discriminación de gays y lesbianas. Ningún Gobierno del futuro, por progresista que fuese, podrÃa legislar lo que el actual ya ha legislado mientras se mantuviera la actual Constitución…
Y todavÃa muchos gays y lesbianas, retozando allá en su Arcadia feliz de gallardones, savateres, banderitas y partiditos polÃticos de encargo, siguen empeñados en no darse cuenta de la gravedad del momento que vivimos.
Flick / Nazareno