lunes, mayo 12, 2025
Inicio(H)Oba(ma)nidad

(H)Oba(ma)nidad

6 grados de separación

Una de las cosas que más me llamaron la atención del discurso en la jura de toma de posesión del cuadragésimotercer presidente de los EE. UU. Barack Hussein Obama fue la espiritualidad que lo impregnaba. Lo primero por las frecuentes menciones a Dios, pero claro, siendo él un fiel asistente a misa todos los Domingos eso no debería de sorprenderme demasiado -mientras no diga que habla con Dios, como hizo W., tambien conocido como El Peor Presidente-. Lo segundo, que quizá me sorprendió más, es que no declara a EE. UU. una nación cristiana, sino que la declara, de alguna manera, deísta, porque incluye en la mención de esa divinidad respetada que llamamos Dios a hindúes, musulmanes o judíos. O, afinando aún más, una nación creyente, porque incluye a los que no creen en Dios, y eso, según creo yo, necesita de una cierta dosis de fe.

Aparte de la inclusión de todos en esa creencia de un Creador (o la ausencia de su existencia) incardinó ese mismo, llamémoslo, Dios, como concepto universal, en conceptos tan viejos como la propia República, y que de alguna manera los impregnan. Que los EE. UU. son una tierra dada por Dios, pero ya no en el sentido bíblico -y que tantos problemas les trajeron a las brujas de Salem– sino en un sentido más humano: que los EE. UU. han de ser una tierra de libertad, con esa frase que tanto me gusta, donde cada uno tiene derecho a la busqueda de su propia felicidad. A la búsqueda, subrayo, no a que te la den ya hecha. Esa es la medida de la promesa, y aunque no comparta yo el origen divino de la donación, porque ya hemos tenido aquí bastante de la tierra de María Santísima, si me parece una idea óptima, interesante, positiva, articular esa promesa divina con un sistema que -con todos sus defectos, que los tiene- tiene como motor el promover la igualdad y la oportunidad para todos.

Es ese abrazo de alguien elocuente, sereno y reflexivo que abarca a todos y que, también, avisaba de lo que estaba por venir, que construía un armazón ético simple -que no simplón- y elegante. El Gobierno llegará allí donde sea efectivo -en qué términos se mida esa efectividad es la duda- que el Gobierno llegue, procurará allanar el camino para aquellos que lo tienen abrupto, pero ni ningún camino es fácil, ni ninguna tarea es corta, ni para el Gobierno, ni para el ciudadano. La época de postponer las decisiones difíciles ha pasado. Algo tan poco oído de boca de los políticos como es la palabra deber aplicada al ciudadano, no chirría, sin embargo, en la boca de Barack Hussein. Y eso, considerando que hemos visto algunos conceptos -libertad, amor, piedad- emparejados con según que bocas – W, Susan, Jimenez Losantos- es ya en si un cambio positivo.

Porque abierto al balcón del mundo -convenientemente protegido, eso sí, porque es consciente de su humanidad- este Sumo Pontífice de la Esperanza nos habla de un proyecto inclusivo, que nos abarca, que nos da la oportunidad de encontrar nuestro lugar, la medida de nuestra propia felicidad, no en la conformidad del que se resigna sino en la lucha del que no se conforma. Por eso no es de extrañar que haya sido un acontecimiento histórico.

Y mientras tanto al otro lado del mundo -como diría Carrie Bradshaw- hay quien sale a otro balcón para negarnos a la ciudad y al mundo. Y para ellos, si, para ellos también, tenemos Esperanza y Humanidad.

Enrique Olcina

RELATED ARTICLES

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Most Popular

Recent Comments