
El pasado 5 de septiembre de 2006, el diario parisino «LIBÉRATION» publicaba un demoledor artÃculo de opinión titulado «homofobia, cuestión de educación», firmado por Philippe CASTEL -Conseiller principal de Educación de Ivry (Francia) y responsable de la FSU (Federación Sindical Unitaria de enseñanza) para la lucha contra la discriminación por la orientación sexual y la identidad de género-. En el mismo el autor reflexiona sobre la situación de la orientación sexual, el sexismo y la homofobia en las aulas francesas ante los recientes actos de violencia juvenil ocurridos en Francia contra personas homosexuales, asà como la inidoneidad de la actual polÃtica educativa francesa –temerosa hasta el absurdo- en relación con su docencia y tratamiento escolar, como la incidencia, directa o indirecta, de los contenidos del sistema educativo ante los recientes episodios de conducta extremadamente violenta por parte de un sector de la juventud.
Las desalentadoras conclusiones de CASTEL obligan a una atenta reflexión sobre lo que ocurre o puede llegar a ocurrir también en nuestro sistema educativo –tanto el público como especialmente en el concertado o en el privado- de no implantarse medidas urgentes y transversales, «de fondo», que en el ámbito de la enseñanza aproximen a nuestros jóvenes de forma clara y transparente al conocimiento del fenómeno de la homosexualidad y su realidad cotidiana, evitando asà que aquellos terribles incidentes vuelvan a reproducirse también en nuestro paÃs, sobre todo a raÃz de la última agresión a un homosexual, este mismo verano, en una piscina municipal de Madrid por un grupo de personas que incluÃa a jóvenes menores de edad.
Estos jóvenes justificaron su brutal actitud sencillamente en la existencia misma de la homosexualidad, de acuerdo con la imagen que ellos mismos se habÃan forjado de la virilidad y la masculinidad. “El homófobo –explica CASTEL- no hace más que transportar en su interior los valores que le ha transmitido su medio social y cultural, y que exacerba mediante sus comportamientos excesivosâ€?.
“Y sin embargo acudió a la escuelaâ€? –se lamenta el autor del artÃculo-. Es más, se pregunta éste “¿qué es lo que se le ha podido decir en el colegio o en el instituto sobre todo esto? ¿en qué momento se le ha ayudado a reflexionar? ¿en qué momento se le ha dicho que se encontraba en un error? Las únicas representaciones que éste tuvo de la homosexualidad en el recinto del Colegio –dice- fueron ese alumno del colegio que se encargó de martirizar, del que incluso no estaba seguro si realmente era homo, pero que, en cualquier caso, nadie defendió jamás, ni sus compañeros ni incluso los propios adultos. Los cursos de educación sexual sólo mencionaron la reproducción. Una vez en un curso de historia se dijo que los nazis habÃan deportado y gaseado homosexuales, y el único profesor probablemente homo no sólo se guardaba de salir del armario, sino que era el objeto de todas las burlasâ€?.
En el relato encontramos indudables paralelismo con nuestra realidad cotidiana, es decir, con lo que ocurre o puede llegar a ocurrir en nuestros centros educativos. “Realmente –reflexiona CASTEL- en la escuela llegó a mencionarse el tema, pero con tantas precauciones que a la larga cabrÃa preguntarse si aquélla no se avergüenza de su propia audacia. Cuando se lee, en la reciente guÃa del formador de educación sexual, editada por el Ministerio de Educación nacional, que ‘la orientación sexual y las prácticas sexuales forman parte de la esfera privada’, o que ‘la orientación sexual sólo deberÃa conocerse si la persona lo hace saber’, uno se sorprende, como si la heterosexualidad dominante no se expusiera nunca en el espacio público. Pero cuando se lee a continuación que ‘conviene estar atento para que las reglas del grupo no encierren al adolescente en una identidad homosexual, especialmente después de tener experiencias u otros ritos ilÃcitos de iniciación (como las novatadas) consistentes en prácticas sexuales’, se comprende en realidad que lo que se ha tratado de decir es que lo adolescentes –pero sobre todo los chicos a la vista de lo que se ha descrito-, pueden dejarse llevar por comportamientos homosexuales siempre que la opinión que éstos tengan sobre estas actividades sexuales ‘no consolide’ su orientación sexual, lo que serÃa muy grave.
Sólo para no tener la desagradable impresión de que el temor a esta fijación y a este encierro tiene lugar exclusivamente en los comportamientos homosexuales, nos gustarÃa también leer que los ritos o comportamientos heterosexuales no deben encerrar tampoco a los heterosexuales en la heterosexualidad.
Este afiligranado documento –continúa señalando el autor- trasluce por todas partes el miedo a hacer proselitismo en favor de la homosexualidad o, al menos, de ser sospechoso de ello�.
Las conclusiones a las que llega CASTEL no tienen desperdicio: “confiando la orientación sexual al espacio privado (representación totalmente mitificada de lo que la orientación sexual significa realmente), y afirmando que debe continuar siendo algo confidencial –explica- nos estarÃamos protegiendo de la visibilidad de la orientación homosexual dentro del espacio social. Y es asà –concluye- como generaciones de homófobos se reproducen y se multiplican y pueden prevalecer esporádicamente, mientras que una intervención voluntarista de la escuela contra la homofobia permitirÃa quizá hacerla retroceder, mientras no se la pueda hacer desaparecerâ€?.
“Algunos paÃses no han dudado en implicar a la Administración pública en este combateâ€? –recuerda el Consejo de educación de Ivry-. “Ya es hora que Francia haga lo mismo, y que nuestro Ministerio de Educación deje de tener miedo de su propia sombraâ€?. Y es que “la lucha contra el sexismo y la homofobia, y su corolario impregnado de virilidad, contribuirÃa eficazmente a hacer retroceder la violencia que tiende a sustituir toda forma de relación social, y volverÃa a colocar en el centro de las relaciones sociales el intercambio, el respeto y el deseo de conocer al otro, dejando a partir de entonces de considerarse la diversidad como una amenazaâ€?.
CASTEL finaliza su artÃculo con un importante aviso a navegantes: “el sexismo y la homofobia no son sino la firma de la derrota del pensamiento de una vida en unión y conjunto, y estos recientes actos sexistas y homófobos son la prueba de la situación de urgencia ante la cual se encuentra situada nuestra sociedad, si ésta no quiere cambiar. Sólo la educación, con el compromiso de librar un voluntarista combate en este terreno, puede aún contribuir a tratar de evitar lo peor.
La represión como única herramienta en este campo, como en tantos otros, siempre llega demasiado tarde y tan solo sirve para tranquilizar, mientras que el origen de estos actos jamás se combate desde la raÃz».
Tomemos nota y pongámonos a trabajar con urgencia.
Jesús Flores