miércoles, mayo 14, 2025
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Ma vraie vie à Rouen

Ma vraie vie á Rouen

Ma vraie vie à Rouen (Francia, 2001)
Olivier Ducastel y Jacques Martineau

Jimmy Tavares, Ariane Ascaride, Lucas Bonnifait

Es lo mágico del cine: la posibilidad de entrar en la vida de personas desconocidas, de convertirse durante una hora y media en un vaquero que guarda una camisa ensangrentada, en un soldado israelí que retoza en la nieve con su compañero o en un chico que adora el patinaje artístico. Y no sólo me refiero a ver la vida como desde una mirilla, sino a entrar literalmente en la mente de Etienne, un adolescente de Rouen que descubre la realidad del deseo.

Porque la película que vemos es la que el chaval (y los que le rodean) ruedan con una cámara de vídeo y lo que sabemos de él es lo que ellos deciden mostrarnos. No podemos apartar la mirada de los bomberos o de los montadores de la noria, ni del profesor de geografía, ni de su guapo amigo Ludovic que recita hermosos versos de Corneille bajo el pórtico de una catedral de enormes agujas verdes. Porque durante esa hora y media somos un chavalillo de Rouen que adora a su madre y a su abuela, y a su profesor y a su amigo. Porque sus grabaciones son inmediatas, frescas, frágiles, con la belleza y la intimidad de esos momentos domésticos irrepetibles. Con la belleza de la realidad.

La madre, (otro impresionante papel de Ariane Ascaride, una actriz excepcional), es una mujer que lo expresa todo sin decir nada, que ha perdido un marido (¿o quizá dos?), aburrida, cansada, luego enamorada de nuevo, vulgar, bellísima por momentos. Y la abuela, que le da el contrapunto onírico, divertido, sensible, alocado.

Tercera película conjunta de Olivier Ducastel y Jacques Martineau (la segunda fue la magnífica “Drôle de Félix«), que siguen empeñados en trasmitirnos esa idea de felicidad que proporciona la libertad absoluta, empeñados en hacernos sonreír, que no es poco. Si alguna vez vuelvo a Rouen, no solo pensaré en ir a ver la catedral o el río, esos ejes de coordenadas, horizontal y vertical, que delimitan la vida de sus habitantes, sino que buscaré a ese muchacho que patinaba y grababa en constante desequilibrio, que se enamoraba sin decirlo, que buscaba lo mejor para los otros, consciente de que lo mejor para los otros era lo mejor para él. Por eso, en la competición de patinaje final, Etienne queda segundo, pero ha descubierto que quizá ser segundo no es tan malo dependiendo de quién quede primero.

3 estrellas

elputojacktwist

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