Mi querida señorita (1971)
Jaime de Armiñán
José Luis López Vázquez, Julieta Serrano
Imposible explicar el éxito de una pelÃcula que aborda (en 1971) un tema tan controvertido (nominada al Oscar como mejor pelÃcula extranjera, premiado por el Sindicato Nacional del Espectáculo y por el CÃrculo de Escritores Cinematográficos). Imposible si no fuera por el talento de un director y un coguionista (José Luis Borau) y la insuperable actuación de José Luis López Vázquez, que interpreta con dignidad asombrosa a Adela Castro. No se trataba de la gente se riera al ver otro personaje como el de “La tÃa de Carlos«. Se intentaba precisamente lo contrario.
Adela, que vive en una ciudad provinciana del norte acompañada por su asistenta, siempre ha sido una mujer algo rara. Avergonzada de los cambios que su cuerpo experimenta, se afeita por las mañanas y descubre un talento innato para pegarle patadas a un balón. Además, se estremece al comprobar que se siente atraÃda por las mujeres jóvenes que ve pasear y por Isabelita, la asistenta (Julieta Serrano).
Pero Adela no es lesbiana: un médico le confirma lo que siempre ha sospechado y quizá temido: Adela es un hombre. En la pelÃcula tampoco se aclara si se trata de un caso de intersexualidad o de transexualidad (quizá eso contribuyó a pasar la censura franquista, después de un montón de versiones del guión). Tampoco sabemos en qué consiste exactamente la operación a la que se somete.
El caso es que, hacia la mitad de la pelÃcula, Adela aparece ahora convertida en un hombre que malvive en una pensión madrileña (con unas aterradoras Chus Lampreave y Lola Gaos). Ahora Adela es un señor, pero echa de menos sus ropas de mujer, quizá se arrepiente de haber realizado el cambio. Y entonces empiezan los problemas con el famoso Documento Nacional de Identidad y a la hora de buscar trabajo: su currÃculum se limita a coser o tocar el piano. Entonces encuentra en una cafeterÃa a su antigua asistenta.
PelÃcula transgresora en una España cerril y monolÃtica, que sin embargo supo conectar con un público que comprendió a la perfección el drama humano del protagonista sin una sola risa y muchas preguntas que quedaron sin contestar. La frase final (una de las más espectacularmente escandalosas de la historia del cine español) estuvo dando vueltas por los hogares españoles durante años.
No creo que ninguna otra pelÃcula (y mira que ha pasado tiempo) haya tratado el tema de la transexualidad con tanta decencia, con tanta serenidad, con tanto cariño. Porque al fin y al cabo es una historia de amor a pesar de todas las trabas.
(De paso la pelÃcula sirvió para criticar la represión de la mujer en la época, y no es malo recordar que ese mismo año, la mayorÃa de edad de las mujeres se igualó a la de los hombres)
Feliz dÃa del orgullo friki.