viernes, mayo 16, 2025
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Mi vida en Heterolandia: camaradería hoy

La columna de dosmanzanasEste verano vino a visitarme un amigo a Madrid. Hacía tiempo que no visitaba la ciudad y quería recordarla. Una de las paradas obligadas fue Chueca, por supuesto. Quería conocer chicos jóvenes. Pero cada intento que hacia era respondido con risas, silencio e, incluso, gestos de desprecio.

Recuerdo esto al leer la última novela de Luis Antonio de Villena, El sol de la decadencia. En ella se cuenta como a principios del siglo XX se formó una “sociedad secreta? sin bases ni estructura real: los uranistas. Aristócratas que mantenían y cuidaban a jóvenes de la clase obrera a cambio de sexo. Les buscaban trabajo, les presentaban protectores, les protegían. El uranista más conocido, por su desdichado destino, fue Oscar Wilde, que acabó humillado, y encarcelado, por Lord Alfred Douglas, su protegido.

La novela cuenta otra historia de relación intergeneracional, más de finales del siglo XX, que ya no se ajusta a la verdadera filosofía uranista: amor de camaradería que da como resultado la verdadera democracia, uniendo los «estratos excluidos de la sociedad» y acabando con las barreras de clase y género, pero que también se aleja de la situación actual.

El verdadero origen de esta camaradería (Comradeship, en palabras del poeta Walt Whitman) está en las polis griegas, donde los discípulos intercambiaban sexo con sus maestros a cambio de sus enseñanzas. De hecho el término uranismo tiene su procedencia, según el científico Ulrich, en El banquete de Platón. Los griegos tenían dos clases de vínculos: el académico y el militar. Esas relaciones eran conocidas, y consentidas, por la sociedad griega.

Este tipo de intercambios entre hombres de diferentes edades han existido a lo largo del tiempo en muchas culturas. Algunas veces aceptadas: Grecia, el Renacimiento italiano, la Inglaterra isabelina o el lejano oriente. Algunas veces perseguida: la Roma de Augusto o las dictaduras europeas. Y, en general, obligadas a ser un secreto, más o menos bien guardado.

Sin embargo la mejor definición de esta camaradería pertenece a Wilde, que en la defensa del juicio que le llevo a la cárcel, al ser preguntado por el significado de su famoso verso “amor que no osa decir su nombre? contestó con el siguiente discurso:

“El “Amor que no osa decir su nombre», en este siglo, es un afecto tan grande de un hombre mayor por un hombre joven tal como el que hubo entre David y Jonathan; tal como Platón lo puso en el centro de su filosofía, y tal como el que se encuentra en los sonetos de Miguel ?ngel y Shakespeare. Es ese profundo afecto espiritual que es tan puro como perfecto, que dicta y permea grandes obras de arte como las de Shakespeare y Miguel ?ngel y esas dos cartas mías, tal y como están. Es malentendido en este siglo, tan malentendido que puede ser descrito como el amor que no osa decir su nombre y gracias al cual estoy emplazado donde me encuentro ahora. Es hermoso, fino, es la forma más noble del afecto. No hay nada antinatural al respecto. Es intelectual y existe frecuentemente entre un adulto mayor y un joven adulto, cuando el mayor tiene el intelecto y el joven tiene todo el gozo y la esperanza y el glamour de la vida frente a sí. Que sea así, el mundo no lo entiende. El mundo se burla de él y algunas veces pone a alguien en la picota por eso.?

Por cierto, mi amigo nació en 1945. Lo que demuestra el estado en el que se encuentran estas relaciones en la actualidad.

Iñaki Echarte Vidarte

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