El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio MarÃa Rouco Varela, ha convocado a los católicos de toda España a un acto “por la familia cristianaâ€? que tendrá lugar el 30 de diciembre próximo. La noticia de que en plenas fiestas navideñas –celebración de raÃces cristianas y marcado carácter familiar– un número considerable de católicos se concentrará en Madrid para cantar villancicos y escuchar discursos previsibles (entre ellos, el que el propio Benedicto XVI les dirigirá en directo desde Roma) acerca de “la familia cristianaâ€? no parece tener, a primera vista, mucho de particular, y en la mayorÃa de la población probablemente suscite bien indiferencia, bien simpatÃa, bien una mezcla variable de ambas cosas. Otro gallo cantarÃa si, por ejemplo, el convocante del acto en cuestión fuera un imam en lugar de un arzobispo, su lema fuese “por la familia islámicaâ€? y la conexión en directo hubiese de establecerse con La Meca o Teherán en vez de con el Vaticano: en tal caso, parece probable que el apego o el bostezo se vieran sustituidos, en muchos ciudadanos, por la inquietud; especialmente si en los dÃas previos al acto, sus promotores se dedicasen a calentar el ambiente declarando o sugiriendo a través de los medios que las leyes españolas debÃan ser modificadas de manera que se adecuasen mejor a los preceptos de la ‘sharÃa’ o ley musulmana… Pero bueno, dado que no es asà y que en realidad se trata de un acto “por la familia cristianaâ€?, no puede haber motivo alguno para la inquietud, ¿verdad?
Claro que, si tenemos en cuenta que la concentración se hace –según informa ‘ABC’– “en defensa del modelo cristiano de familia y de matrimonioâ€?, y que las entidades y asociaciones católicas que están impulsándola no tienen demasiado empacho en dejar claro el carácter excluyente que para ellos tiene dicho modelo, igual resulta que sà que hay razones para preocuparse. Incluso el presidente del Foro Español de la Familia, Benigno Blanco, ha llegado a declarar recientemente, mientras promocionaba el acto del 30-D en la radio de la Conferencia Episcopal, que el matrimonio se “suprimióâ€? en España en la presente legislatura, al reconocer el Estado el derecho de las parejas homosexuales a acceder a éste. Dicho argumento responde evidentemente al mismo tipo de lógica que servirÃa para afirmar, por ejemplo, que el mero hecho de que negros o judÃos puedan ser ciudadanos españoles anula y destruye la ciudadanÃa de los españoles blancos y ‘arios’; asà pues, es obvio que el Sr. Blanco merece, y deberÃa obtener, la misma respuesta indignada por parte de la sociedad que recibirÃa quien sostuviese semejante majaderÃa.
No menos esclarecedora resulta la campaña que ha puesto en marcha estos dÃas la asociación Hazte OÃr, adscrita al susodicho Foro Español de la Familia, con el objetivo de presionar al PP –o más bien, de proporcionarle un pretexto– para que éste, en caso de volver al gobierno dentro de unos meses, “recupere el matrimonio en Españaâ€? derogando la ley que, según ellos, “destruyeâ€? dicha institución (es decir, la que da acceso a ella a las parejas homosexuales). Si estos autoproclamados ‘salvadores del matrimonio’ llegaran a conseguir lo que pretenden –y mucho me temo que ello no es en absoluto imposible–, España se convertirÃa en el primer paÃs de Occidente que experimentase una involución semejante en nuestro tiempo, al abolir, en pro de la ‘sharÃa’ católica, una de las legislaciones más avanzadas del mundo en cuanto al reconocimiento de los derechos de la minorÃa LGTB.
Digámoslo claro: la verdad es que la concentración del 30-D no se convoca para ‘defender’ un modelo de familia que en realidad no necesita que nadie salga en su defensa, puesto que quien lo desee goza de plena libertad para adherirse a él, sin que esto pueda suponerle siquiera la menor inconveniencia –y sÃ, muy probablemente, ventajas apreciables–. No: el acto en cuestión se convoca para intentar imponer dicho modelo de familia a toda la población como el único válido y posible, el único digno de reconocimiento y respeto por parte de la sociedad y el Estado. En este sentido, el acto del 30 de diciembre próximo se revela como un evento firmemente enraizado en la tradición, tan hispánica y católica, del auto de fe.
“Autoâ€? y “actoâ€? son, a fin de cuentas, una misma palabra en origen, y tanto en los viejos autos como en esta versión adaptada al estilo del siglo XXI, de lo que se trata es de exaltar la fe católica… a costa de humillar y aplastar a quienes osen tener otro modo de ver las cosas, o de vivir su vida. Igual que en los antiguos autos de fe, en el acto del 30-D se contará con la presencia –real o virtual– de importantes autoridades eclesiásticas, con la asistencia masiva de público devoto, con un ambiente festivo y con una puesta en escena espectacular. Claro está que no se leerán, en este auto o acto de fe, sentencias a la hoguera para aquellos que la radio episcopal señala hoy sin el menor rubor como “los malosâ€?; cosas de las mudanzas que han traÃdo los tiempos, sin que la Santa Madre Iglesia haya sido capaz, a pesar de sus denodados esfuerzos, de impedirlo. Pero lo que sà habrá en el acto o auto del 30-D serán versiones actualizadas de los tradicionales sambenitos y capirotes para humillar a los ‘infieles’, que en este siglo parece que somos principalmente los gais y las lesbianas; ya en otra concentración similar, la que se celebró el 18 de junio de 2005 bajo el lema “La familia sà importaâ€?, los capirotes y sambenitos tomaron la forma de pancartas, camisetas y consignas coreadas por la multitud, en las que por ejemplo se equiparaba el matrimonio entre personas homosexuales a la zoofilia o se conminaba a “sarasasâ€?, “invertidosâ€? y “mariconesâ€? a volver al armario y cerrar la puerta para siempre.
Se siga o no en esta ocasión el lamentable precedente del 18-J, de lo que no creo que nos libremos en todo caso (pues el propio Rouco Varela, promotor principal del evento del 30-D, lo ha repetido estos dÃas en la COPE) es de tener que oÃr una vez más que las familias que formamos los ciudadanos homosexuales no son verdaderas familias, ni nuestros matrimonios son verdaderos matrimonios, ni nuestro amor es auténtico amor; o que infligimos, por el mero hecho de querer que se nos respete como a cualquier otro ciudadano, ‘un gravÃsimo daño a la familia y el matrimonio de verdad’, y a través de éstos, a la sociedad en su conjunto. Después de poner asà en evidencia su caridad cristiana, supongo que los congregados rezarán porque se acabe de una vez con tanta desviación y tanto descarrÃo, y porque España regrese pronto al redil de donde nunca debió haber salido. Porque éste es, en última instancia, el objetivo de toda la maniobra: hacernos volver a todos, homos o heteros, al redil. El cual, como todo el mundo sabe, es el lugar donde los pastores encierran a las ovejas… ‘por su propio bien’, naturalmente.
Nemo